Menú

El ciclismo profesional ya fue herido de muerte en el transcurso del Tour correspondiente al año 1998. Un año después, en el Giro, decidieron expulsar al líder de la carrera, Marco Pantani, por tener una tasa de hematocritos demasiado elevada. En ambas ocasiones, aunque en Francia de una forma mucho más espectacular, el pelotón amagó pero acabó por no golpear y terminó plegando sus velas tras haber mostrado tímidamente un par de tibias y una calavera. Y es que un deporte en el que el escapado de turno, tras haberse metido trescientos kilómetros entre pecho y espalda, saca tiempo para atusarse el cabello, colocarse la gorra y cerrar el maillot para enseñar correctamente su publicidad a las cámaras de televisión, lo tiene todo patrocinado; también el orgullo.

Ayer cuatrocientos agentes de la policía, dirigidos por la Brigada de Estupefacientes, entraron a saco en los hoteles de todos y cada uno de los equipos participantes en el Giro de Italia. Como si se tratara de drogadictos o de traficantes, los policías fueron sacando de sus habitaciones a ciclistas, directores deportivos, mecánicos y masajistas. Al final de la redada (porque es eso lo que fue) los agentes se incautaron de sustancias presuntamente dopantes, doscientos frascos con testosterona, cafeína o corticoides y algún "mini-laboratorio". Este miércoles el Giro dejó de ser una carrera ciclista para convertirse en "Hawai 5-0" o "Miami Vicio", una teleserie de policías y ladrones. Al día siguiente, lo de siempre: mucho ruido mediático pero pocas nueces deportivas. Reuniones, amenazas de plante, suspensión de la "etapa reina" y poco más. Los patrocinadores (auténticos reyes de la montaña) volvían a salirse con la suya y la decimonovena etapa saldrá de Alba como estaba previsto.

¿Se imaginan que una hora antes de la final entre el Bayern de Munich y el Valencia entraran cuatrocientos policías en los vestuarios buscando productos dopantes? ¿Qué harían Khan o Mendieta? ¿Jugarían al fútbol si alguien les hurgara el recto buscando droga? Lo que pretenden los ciclistas es que se les trate como al resto de deportistas profesionales; se topan con un problema añadido: la ausencia total y absoluta de solidaridad dentro de su colectivo. Los ciclistas son títeres en poder de los patrocinadores ("ponte la gorra, quítate la gorra"), de los "vampiros" de la UCI y del fiscal de turno. Tienen hasta el orgullo patrocinado y es una pena porque les seguirán tratando como si fueran bazofia.

En Deportes

    0
    comentarios