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Cuando el director Oliver Stone pasó de criticar con dureza la Guerra del Vietnam, el asesinato de J.F.K., la violencia de la sociedad y la sinrazón televisiva a dirigir una película sobre el fútbol americano, el poder político respiró tranquilo. Los seguidores del cineasta se hacían todos la misma pregunta: ¿Qué le pasa a Oliver? Conclusión: Stone se había hecho viejo y pretendía una jubilación tranquila y sin sobresaltos, un retiro dorado. Craso error. "Un domingo cualquiera" es probablemente su film más violento, el más cínico. No es un homenaje al deporte americano por excelencia sino una nueva vuelta de tuerca a sus entresijos, al negocio, a la utilización de hombres hechos y derechos como si se tratara de terneras o cerdos camino del matadero. ¿Por qué Stone, acostumbrado a fajarse en la primera línea de batalla, a guerrear contra el sistema, daba un salto tan aparentemente gigantesco?

La muerte de Korey Stringer, estrella de los Minnessota Vikings, fue debida a un golpe de calor que colapsó todos sus órganos vitales. Podría haber sido un hecho aislado pero no es así. Unos días antes fallecía Eraste Autin, "running back" de la Universidad de Florida, y este viernes le ha sucedido algo similar a Rashidi Wheeler, de la Universidad de Northwestern. Los tres eran hombres muy jóvenes sometidos, probablemente, a unos métodos de entrenamiento que habría que revisar. La NFL ya está investigando el caso e incluso la Administración Bush se ha puesto manos a la obra. Paul Tagliabue, comisionado de la Liga, ya ha advertido sobre la necesidad de cumplir a rajatabla todas y cada una de las normas en los sistemas de entrenamiento. Wheeler, Stringer y Autin se mueren sobre el campo de entrenamiento y las empresas de bebidas isotónicas y de agua mineral se frotan las manos. Harán, y nunca mejor dicho, su agosto. En un país como EE.UU. el negocio sigue estando a la vuelta de la esquina, lo que desconozco es cuánto tiempo tardará Oliver Stone en dedicarle al asunto en cuestión otra de sus películas.

La NFL tiene todas sus alarmas encendidas. Era descorazonador ver el otro día a uno de los compañeros de Stringer rompiendo a llorar en plena rueda de prensa y al entrenador de los Vikings conteniéndose para no hacer lo propio. Y no parece que haya una solución fácil. Cris Carter lo dijo bien claro: "Ellos han muerto y nosotros estamos preparados para otro día de perros". Me suena peligrosamente a aquel "Ave César, los que van a morir te saludan". ¿A ustedes no?

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