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Juan Manuel Rodríguez

Papá ¿por qué somos del Atleti?

Vaya preguntita. El niño aprovecha que el semáforo está en rojo para lanzarle a su padre un misil directo a la línea de flotación. "Oye papá"... "Dime hijo"... "¿Nosotros por qué somos del Atleti?"... El padre se queda pensativo, sin saber qué contestar, sin poderle responder al crío nada coherente. Ya se sabe que los niños de hoy en día, la "generación South Park y tetrix", no hacen las preguntas tradicionales que hacíamos en mi época. Por ejemplo: ¿de dónde vienen los niños? Respuesta: los trae una cigueña desde París. O ¿cómo es posible que Melchor, Gaspar y Baltasar aparezcan al mismo tiempo pero en ciudades distintas? Respuesta: porque son magos y ellos pueden conseguir lo que se propongan.

Es probable que el niño le haya tenido que hacer a su padre esa pregunta agobiado por sus compañeros del colegio. "¡Luisito es del Atleti, Luisito es del Atleti!" Hay que reconocer que, hoy por hoy, lo más sencillo y también lo más gratificante resulta ser del Real Madrid de Zidane, Figo, Raúl y Florentino Pérez; incluso del Barcelona de Saviola y Rivaldo. ¿Del Atleti? ¿Cómo puede ser uno del Atleti? Nadie se imaginaría al mismo niño inquiriéndole al padre: ¿Y nosotros por qué somos del Real Madrid? A huevo. Así se las ponían a Felipe II. Porque esa pregunta tiene mil respuestas posibles y todas ellas concatenadas: la Liga, la Champions, Z.Z., el año del centenario, las noches mágicas del Bernabéu, Di Stéfano... No quiero decir con esto que ser del Real Madrid o el Barcelona no tenga que ver también con el sentimiento, pero el "padre merengue" sabe que su hijo nunca le preguntará ¿por qué somos madridistas? por una sencilla razón: porque los niños quieren ir con el equipo que gana.

Lo cierto es que ser seguidor del Atlético de Madrid (y en Segunda mucho más) resulta un acto de contrición, masoquismo que el adulto arrastra como una cruz invisible y con enormes dosis de melancolía. El colchonero se sabe objetivo fácil para la chanza y, en un último acto de rebeldía, suele adelantarse a la jugada: "¡Sí señor, soy del Atleti! ¿y qué?" Tengo un montón de buenos amigos del Atleti y si uno se fija mucho, mucho, pero mucho (hagan ustedes la prueba) se darán cuenta de que les rodea una especie de escudo semi-invisible a prueba de bombas, un halo. O lo que viene a ser lo mismo: les ha salido callo y ya no les duele.

El "colchonero", además, sobrevive a base de enormes dósis de ironía pero... ¿qué pasa con los niños del Atleti? ¿Como lograrán ellos hacerse fuertes en su vida diaria y alcanzar la vida adulta?
Por eso el chico, harto, inquieto, desesperado, pregunta: "¿Por qué?" En la pregunta hay otra implícita: "¿Por qué de este y no de aquel otro que lo gana todo?" Está claro que hay cosas que no se pueden explicar con palabras. Yo quiero dedicarles este artículo a mis amigos José Antonio Abellán, María José Navarro y Juan Pablo Colmenarejo; los tres rojiblancos a muerte, sufridores del fútbol, colchoneros de pro y, por tanto, preparados como nadie para la diaria vida moderna y la guerra de la jungla del asfalto. Ellos, probablemente, nunca preguntaron ¿por qué? Sabían que nadie tiene esa respuesta.

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