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A Carlos García Cantarero, el hombre milagro del filial rojiblanco, le dieron la fila “38 B” (no fumadores) del vuelo charter que fletó Gil allá por 1987. Tiene suerte porque le tocó ventanilla; a su lado estará el “pichón” Marcos Alonso y, de adelante hacia atrás, desde César Luis Menotti hasta Maturana, pasando por Jair Pereira y Omar Pastoriza, aquel que un buen día se cagó en el contrato (y tanto, duró un mes y unos días) y se volvió a Buenos Aires donde su familia regentaba una casa de comidas. En trece años han pasado por el Atlético de Madrid entrenadores de muy diferente jaez y ninguno, salvo Radomir Antic, ha durado más de dos asaltos. Al bueno de Pereira le entró, como más tarde a Sacchi, una depresión; con Maguregui pudo la situación mientras que con Clemente no pudo nadie, ni siquiera Gil o aquella “bicicleta” del “tato” Abadía que coreaban irónicamente en el estadio Vicente Calderón. Atkinson-Addison parecían Hernández y Fernández, dos turistas de visita por el Manzanares, y Ranieri no acabó de ver la luz al final de un eterno túnel deportivo. La lista de pasajeros sería interminable, una auténtica Torre de Babel en la que unos optaron por decir la verdad, otros por mentirle al presidente, algunos más por llevárselo crudo y la mayoría por hablar con “lengua de serpiente”, como cantaba Javier Krahe.

Y ahora, Cantarero. Pues bueno. Pues vale. La verdad es que el chaval —tiene sólo 39 años— no tiene nada que perder porque lo normal es que el equipo siga otro año en Segunda, y lo heroico que ascienda milagrosamente a Primera División. La verdad es que el avión de Gil tiene menos futuro que el Fairchild que se estrelló en los Andes en el 72, hasta el punto de que empiezo a pensar que pilota “Imperioso”. Bien mirado, el caballo y su dueño han sido los dos únicos personajes que no han cambiado a lo largo de estos últimos trece años. Incluso el club (hoy desgraciadamente intervenido por decisión judicial) ha ido degenerando hasta convertirse en una rareza, un caso claro para Lobatón.

Vayan desde aquí mis mejores deseos para el Atlético de Madrid. Es un club histórico del fútbol europeo y no se merece este continuo sufrimiento, esta agonía descontrolada que algún día puede acabar muy mal (el otro día ya trataron de noquear a Kiko, otrora estrella reluciente del famoso “doblete”). Espero de todo corazón que el piloto deje de hacer “eses”, que enderece el rumbo y que aterrice como pueda. Pero lo veo fatal. Ahora dicen que van a echar a dieciséis jugadores a la calle. Pues bueno. Pues vale. Yo me bajo en la próxima ¿y usted?

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