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Juan Manuel Rodríguez

Premio para el "hispanicida"

El famoso "hispanicida" egipcio Ghamal Al-Ghandour, en busca y captura internacional tras crucificar al equipo de Camacho en los cuartos de final del Mundial de 2002, acaba de ser elegido por la revista Al Ahram como el mejor árbitro árabe del año que acabamos de dejar atrás. Si no fuera porque en la votación colaboran otras veinte publicaciones ajenas a Al Ahram, pensaría que en la designación de Ghandour hay más de patrioterismo que de otra cosa; pero el caso es que votan países del Golfo Pérsico y algunos puntos de la comunidad árabe en Europa, como Bruselas, Londres y París. Que Ghandour haya sido elegido como el mejor árbitro de 2002 es un sarcasmo, un dislate, una broma pesada. Es, por ejemplo, como si Joan Gaspart saliera recomendando mesura, corrección y buenas maneras, o como si a Pablo Alfaro le dieran el galardón al defensa central más elegante del año.

Hasta que llegó el Mundial no supe de la existencia de Al-Ghandour, y después de su actuación y la de sus asistentes tampoco me quedaron ganas de saber qué sucedió con él después de aquello. El premio ahora a Al-Ghandour sólo cabe interpretarlo de dos formas posibles. Una, que no nos hayan perdonado lo de la Reconquista. Dos, que los árabes no tengan ni la más remota idea de qué va esto del fútbol y, por extensión, no hayan visto ni en pintura a un buen árbitro. El amigo Al está vetado por el Zamalek egipcio que le acusa de parcialidad, y así no pudo dirigir ninguno de los dos partidos que le enfrentó con el Al Ahly.

Según cuentan, Al Ghandour es beneficiario en su propio país de una imagen indestructible, a prueba de bombas. Es lo que se conoce como un public relations, y eso habla muy mal de la propia imagen del colectivo arbitral en líneas generales, y del nivel de los árbitros en Egipto. El árbitro pita lo que ve y ahí termina su partido. No está obligado a acertar siempre y nosotros –cámara y vídeo en ristre– no podemos pasarle factura después de haber congelado mil veces aquella jugada polémica. Pero el árbitro debe transmitir una imagen de equidad y justicia. El futbolista, los aficionados y periodistas debemos confiar en el árbitro. El premio al "hispanicida" es una afrenta, un auténtico cachondeo, porque tengo la certeza de que, en aquel triste Corea-España, Ghamal Al-Ghandour no dejó de pensar ni un sólo instante en qué países organizaban aquel Mundial y en lo que convenía a la FIFA. Ghamal es un "hombre de empresa", pero... ¿árbitro? Si es de verdad el mejor árbitro árabe ya pueden ir dedicándose a las carreras de caballos.

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