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En Barcelona acusanahora a Carlos Rexach de cobarde, pero Johan Cruyff, probablemente el entrenador más puramente ofensivo que han tenido los culés a lo largo de toda su historia, salió siempre del estadio Santiago Bernabéu con el rabo entre las piernas, ofendido y humillado. Recuerdo perfectamente que decían que el holandés venía a Madrid "con los dodotis puestos", y algo de cierto había en aquella afirmación. El Barcelona ganaba las Ligas y el Madrid se apuntaba el derbi.

Es verdad que a mí me habría gustado ver a Rivaldo-Kluivert-Saviola, pero los entrenadores profesionales de fútbol están obsesionados con una palabra: equilibrio. Si Saviola hubiera salido desde el primer minuto de juego, el Barcelona habría perdido probablemente su equilibrio en el centro del campo, el mismo que, con Xavi y un fenomenal Gabri, impuso durante la primera media hora de juego. Lo que le falló entonces al equipo de Rexach no fue valentía sino acierto, punch en los metros finales; o lo que es lo mismo: definición.

Si el 2-0 no ha resultado traumático para la población culé, es sólo porque siguen por delante del Madrid en la clasificación general. Eso fue lo que dijeron, al menos, Joan Gaspart y Angel Fernández. Si hubiera sido al revés, otro gallo nos habría cantado. Sin embargo, todo el mundo coincide a la hora de señalar que ganó el que más lo necesitaba. Lo que no logro entender, sin embargo, es el análisis que Rexach hizo del encuentro: "nosotros pusimos el juego y ellos los goles". ¿Cómo es eso posible? Mientras no se demuestre lo contrario, al fútbol se gana con goles, y los goles se obtienen generalmente jugando bien al fútbol. Es una pescadilla que se muerde la cola y de la que se puede hacer una excepción sólo en contadísimas ocasiones. El Barcelona no tuvo mala suerte en Madrid, lo que ocurre es que su control del balón (52%, según las estadísticas, al final de los noventa minutos) fue un "tiqui-tiqui" sin mordiente.

Aunque en el Nou Camp la vida siga hoy igual tras la derrota del domingo, lo cierto es que una victoria azulgrana habría hundido al Real ¡en el año de su centenario! Nadie habrá querido pensar en Can-Barça lo que ello supondría para la propaganda culé. Lluis Bassat debería haberle dicho a Rexach lo que mantener al Madrid de Figo a nueve puntos del Barcelona (que serían diez en realidad) habría supuesto publicitariamente hablando. Impagable. Bien al contrario, es ahora Figo quien presume, y gracias a un túnel de Raúl.

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