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Cuando llegó a mi conocimiento la noticia de que, durante los Juegos del Mediterráneo que se celebran en Túnez, el canario José Navarro había mostrado su trasero desnudo a los espectadores del Pabellón Ciudad de los Jóvenes, me resultó inevitable recordar cuando mis amigos y yo realizábamos en la piscina la complicada maniobra definida como "delfín"; nos zambullíamos y dejábamos completamente al aire el "mapamundi". Lo hacíamos por dos motivos: uno, porque éramos rebeldes de dieciséis años y el mundo nos había hecho así (como a Janette y James Dean, el de "Gigante"); y dos, porque alguien supuso que así llamaríamos la atención de las chicas de nuestra edad. Rotundamente falso, por supuesto.

Nuestra actitud a la hora de exhibir el "as de oros" era producto de una errónea operación de acoso y derribo al sexo contrario, nada que ver con lo acontecido al bueno de Navarro, harto de los abucheos del público tunecino. Nuestro protagonista pesa 77 kilos y cuando trataba de levantar una haltera de 145 kilos (más del doble de su propio peso) los espectadores impidieron con sus gritos la imprescindible concentración. A Pepe se le "cruzaron los cables", se dio la vuelta y enseñó las nalgas como una muestra evidente de su desprecio hacia la falta de educación y el "fair play". Tal y como vino se fue y ahora está a la espera de la sanción del COE tras ser eliminado de la prueba.

¿Tiene razón Navarro? Lo cierto es que ya no existe ningún respeto hacia el artista. Hasta hace bien poco el tenis consiguió mantenerse al margen pero, de un tiempo a esta parte, cualquier gañán que paga una entrada se cree con el derecho a silbar, patalear, bailar o llamar por teléfono entre punto y punto. Sólo el ajedrez, por motivos evidentes, logra ir por ahora contracorriente (veremos a ver cuánto se tarda en hacer la "ola"). En pleno ascenso al Tourmalet, el ciclista de turno debe soportar que se le cruce un bobo universal en la carretera para echarle no se sabe bien qué líquido sobre la cara. En medio de un entrenamiento, el futbolista tiene que aguantar que un individuo se acuerde de su madre. ¿Por qué?

Los alborotadores del Pabellón Ciudad de los Jóvenes sólo se callaban cuando salía Mejri Mohamed, una suerte de héroe local, quien contaba a su favor con el necesario silencio para ejecutar su arte. El COI deberá reflexionar en el futuro sobre si Túnez es o no el lugar más idóneo para albergar unos Juegos del Mediterráneo en condiciones de igualdad para todos. Pepe hizo muy mal pero, al menos, al mostrar su "traste" como Dios le trajo al mundo, logró una cosa: que los maleducados se callaran de una vez por todas. No tendrá medalla, pero sí logró silencio.

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