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Juan Manuel Rodríguez

Rosetti, que parezca un accidente

El 1 de junio del año 1986 en la Guadalajara mejicana un árbitro australiano (ya saben, esa potencia futbolística mundial de la que han salido el delantero osasunista Aloisi o el actor Mel Gibson) llamado Christopher Bambridge decidió no concederle un clarísimo gol a España en su partido contra Brasil. El gol, según me esfuerzo por recordar, fue fruto de un libre directo lanzado magistralmente por Michel. Pegó en el larguero y botó clarísimamente dentro pero Bambridge decidió reinterpretar sobre la marcha las más elementales normas del fútbol (una de ellas consiste en no cerrar los ojos mientras se arbitra) convirtiendo aquel gol en un "gol fantasma", o lo que es lo mismo: un gol que habiendo sido contemplado aproximadamente por mil millones de personas al mismo tiempo y, en aquella ocasión en concreto, celebrado con entusiasmo por otros cuarenta millones, fue condenado a vagar por ahí como un "gol en pena", versión futbolística de las "almas en pena". El gol existió pero no existió, fue pero no fue. ¿Y por qué? Porque así lo quiso el bueno de Christopher Bambridge quien hoy, diecisiete años después de suceder todo aquello, regentará una tienda de souvenirs en Adelaida. ¡Vaya usted a reclamarle ahora!
 
El rival de España en aquel año de 1986 era idéntico al de este viernes fatídico de 2003: Brasil. Sólo cambiaban las edades de los jugadores y, claro está, el nombre del árbitro que ya no era Bambridge sino Rosetti. Pero Brasil sigue siendo la superpotencia mundial por excelencia y, aunque Joao Havelange ya no está al frente de la FIFA, los colegiados que quieren medrar siguen pitando y velando al mismo tiempo por sus intereses personales. Un cóctel explosivo del que surgen arbitrajes como el del viernes en la final del Mundial sub 20. ¿Quiero decir con esto que tampoco la justicia deportiva es ciega? Pues sí, justamente es eso lo que quiero decir. ¿Quien se acordará del arbitraje de Rosetti dentro de veinte años? Nadie. ¿Le dirá algo el "neo-lelo" Blatter? No porque Rosetti hizo que todo pareciera un simple accidente.
 
Yo creo que la final del Mundial sub 20 debería haberla dirigido un árbitro de la misma edad. Con veinte años uno no está todavía viciado por los imparables mecanismos del poder, y el fútbol profesional es precisamente eso, un enorme y perfectamente engrasado mecanismo de poder. ¿Qué recuerdo tendrán de su final chavales como Peña, Iniesta o Riesgo? Uno sólo: no gana el mejor o el que más méritos hace sino el más poderoso. ¡Y dentro de veinte años vayan ustedes a pedirle a Rosetti una "pizza cuatro estaciones"!

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