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Dicen que Julio César tenía siempre a su lado un esclavo que le repetía incesantemente lo mismo: “recuerda que eres humano”. Desconozco si le resultó útil, pero lo cierto es que al final a Julio le llegaron sus “idus de marzo” por donde menos lo esperaba. Una puñalada trapera. Han evolucionado mucho los tiempos y Eldrick Woods no tiene esclavos (al menos, no oficiales) pero Earl –su padre– se siente en la obligación moral de repetirle lo mismo que siglos antes le recordaran también al emperador romano: “hijo, ten siempre presente que no eres un dios”. Woods senior estará preocupado porque todo el mundo le “baile el agua” a su pequeño, a pesar de lo cual a Tiger ya le ha surgido una “iglesia” de fanáticos en Internet, un grupo de locos irónicos que ofrecen al mundo sus particulares y golfísticos diez mandamientos; “santificarás el Masters” (torneo por el que saltó a la fama en 1997) es el primero de ellos; “nunca vestirás de rojo a excepción de los domingos” es otro más; o, por ejemplo, “no admirarás a David Duval o Sergio García por encima de Tiger Woods”.

La victoria del “tigre” en Augusta no va a colaborar demasiado a la hora de tranquilizar los ánimos de sus millones de “fans”. Woods se ha convertido en el primer golfista en conquistar el Grand Slam, aunque ya era una máquina publicitaria de generar millones de dólares y el hombre más influyente del deporte a nivel internacional. Como al negocio le interesa crear un “anti-Woods”, los cerebros grises se han fijado en David Duval, un “bad boy” que podría oponerle una ligera resistencia al mejor jugador del mundo. Si el marketing no acaba por derribarle, nuestro Sergio García estaría llamado a ser el tercero en discordia. Lo que ocurre es que tal y como está jugando Tiger resulta poco menos que imposible pararle los pies.

Este muchacho acaba de colocarse su segunda chaqueta verde en menos de cinco años. La primera se la puso con 21. La locura. Todas las marcas de ropa deportiva vieron en él a su nuevo “gancho publicitario”. El límite del juego de Tiger Woods se encontrará probablemente en su equilibrio personal y mental. Muchos antes que él (recuerdo a Mats Wilander) no aguantaron la presión y acabaron tocando la guitarra, alternando en bares de carretera. Si yo fuera Earl Woods no le contaría a mi hijo que acaba de surgirle una “iglesia” en la red de redes. El único secreto radica simplemente en que siga gustándole jugar al golf, entrando triunfante por Magnolia Lane. Porque además la chaqueta verde le sienta como un auténtico guante.

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