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Juan Manuel Rodríguez

Seis dentelladas a la Caperucita Blanca

El Madrid tentó al Zaragoza yéndose al ataque y, a la contra, el Zaragoza mareó a un Madrid con una defensa construida con el mismo material con el que Samuel Bronston levantaba sus castillos de película.

En el transcurso de El Tirachinas inmediatamente posterior al día de autos madridista, el del famoso 6-1, David Miner, uno de los ilustres miembros de "El Radiador", me susurró al oído lo siguiente: "estás centrándote en el arbitraje y también tienes que analizar por qué le han metido seis goles al Real Madrid". Y tenía razón. Sin embargo, José Antonio Abellán apuntó uno de los motivos fundamentales. Dicen que no hay por qué cambiar aquello que funciona bien, y eso fue precisamente lo que hizo López Caro en La Romareda, cambiar lo que le había funcionado bien. Se dejó en Madrid a Cicinho, uno de los reactores del equipo, y sentó en el banquillo a Zidane y Cassano. Pavón, Helguera, Michel y Gravesen constataron que ahora mismo no están en condiciones de jugar. En cuanto a Ronaldo, de todos es conocido que el brasileño tiene una forma muy peculiar de interpretar este deporte. Lo que necesita ahora mismo el Madrid es tensión, implicación y concentración, y en ninguna de esas cualidades sacó nunca "sobresaliente" nuestro amigo Ronie.

Victor le ganó con claridad la partida táctica a López Caro porque el Real Madrid se metió adrede en la boca del lobo. Y el lobo, claro, asestó seis dentelladas a la Caperucita blanca. El Madrid tentó al Zaragoza yéndose al ataque y, a la contra, el Zaragoza mareó a un Madrid con una defensa construida con el mismo material con el que Samuel Bronston levantaba sus castillos de película. Con Cani, espléndido, y Oscar en el centro del campo, y Milito (Diego) y Ewerthon en la punta del ataque, el Zaragoza llegó con claridad siempre que quiso. Si a eso le añadimos la empanada mental de Helguera, Pavón, Michel, Roberto Carlos y Gravesen, lo natural es que aquello acabara en histórica goleada. La debacle de La Romareda cabe apuntarla, pues, en el haber de López Caro. Y es que el Madrid no está para muchas rotaciones.

En cuanto al árbitro cántabro Pérez Burrull sólo tengo que decir que dejó de señalar dos claros penalties, uno sobre Robinho y otro cometido sobre Baptista. ¿El Zaragoza ganó el partido gracias al árbitro? En absoluto. El Zaragoza ganó porque fue infinitamente mejor que el Real Madrid. Pero si Burrull hubiera visto lo que efectivamente sucedió sobre el césped de La Romareda, hoy estaríamos hablando de un marcador final de 6-3 y al Real le bastaría con un 3-0 en el partido de vuelta. Ahora son necesarios 5. Hasta en cinco ocasiones diferentes requerí la opinión de Walter García a propósito de la actuación arbitral, pero en la madrugada del 9 de febrero de 2006 Walter sólo hablaba de fútbol. Ojalá todos sigamos por ahí.

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