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En Estados Unidos, el deporte profesional es otro mundo. En Europa nos podemos adentrar en aquella selva a través de algunas películas; una en especial, Jerry Maguire, nos describe la vida de un representante (intermediario lo llamaríamos aquí), y a través de él nos hacemos una idea de lo que debe suponer aquello. Un jugador de fútbol americano (y no de los más destacados) se tira la hora y media repitiendo la misma frase: "Show me the money" ("enséñame la pasta"). Es lo único que importa. Capitalismo puro y duro. La ley de la oferta y la demanda llevada a sus últimas consecuencias. El deportista convertido en mercancía. Esa frase se hizo famosa en EEUU hace tres o cuatro años, y todo el mundo acabó repitiéndolo por la calle... "Show me the money"... "Show me the money"...

A mí me vino a la cabeza tras enterarme de la peculiar historia de Tim Hardaway, jugador de los Miami Heat. El base se ha hecho más famoso todavía debido a una cláusula de peso, ideada por Pat Riley, que incluyó en su contrato allá por el mes de septiembre. Hardaway tiene un problema muy extendido por la NBA, la tendencia a engordar. Llegó a pesar 95 kilos, e incluso tuvo que acudir a la Asociación de Jugadores para evitar que le multaran por sobrepeso. El entrenador de los Heat quería a Tim enganchado a un peso razonable, y propuso a los dueños del equipo pagarle 1.000 millones más si no pasaba de los 88 kilos y medio. "Enséñame la pasta". Ha sido milagroso, porque Hardaway (que continúa haciendo sus inevitables visitas al Mc Donald's de turno), no se ha pasado ni un gramo; es más, ha rebajado casi 4 kilos en los últimos meses. La referencia es clara: el jugador de Miami cobra lo mismo por no engordar que Figo, Rivaldo o Raúl por jugar al fútbol durante todo un año ¿Es o no es otro planeta diferente? Y no es el único. La historia se repite con Vin Baker, pívot de Seattle SuperSonics, que cobra 810.000 dólares por no ponerse como un tonel (el chaval pesa ahora mismo 116 kilos).

Me parece injusto. Un servidor que ha luchado a brazo partido con la báscula, que ha probado el "régimen del astronauta" y el de las mil calorías, y que se ha fajado con el "A.B. Shaper", primero para montarlo, más tarde para tratar de utilizarlo y ahora, por fin, para arrinconarlo, nunca ha tenido esa motivación añadida. Yo también diré lo mismo a partir de este momento: "Show me the money". Y que sea lo que Dios quiera.

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