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Juan Manuel Rodríguez

Sin glamour, pero con Liga

Otro entrenador "anti-glamour" consigue el título de Liga en España. Rafael Benítez no resulta nada "chic" y, como dirían en la planta de señoras de unos conocidos grandes almacenes, es poco "ponible". Benítez no es precisamente la alegría de la huerta pero sabe perfectamente en qué consiste su trabajo. Como Del Bosque antes que él, e Irureta antes que el propio técnico madridista, la denominada "Liga de las estrellas" parece empeñada últimamente en premiar la introspección, el estudio y la seriedad, castigando el "vedettismo" o los apellidos rimbombantes. Y es curioso pero, casi al mismo tiempo que R.B. ganaba, Héctor Cúper, su antecesor en el banquillo del Valencia, volvía a perder un título importante, esta vez con el Inter de Milán. Parece mentira, pero al argentino le están edificando una sólida fama de perdedor de la que probablemente le cueste mucho escapar en el futuro.

Igual que Cirano era un hombre a una nariz pegado, lo que yo recuerdo del ayudante de Vicente del Bosque es que andaba imantado a un ordenador. Benítez fue de los primeros en darse cuenta de la fenomenal ayuda que podía prestarle la informática a un entrenador profesional de fútbol. Y los periodistas, claro, abusábamos de su inagotable paciencia. "¿Cómo juega fulanito?"... "Llama a Benítez"... "¿Cuantos goles marcó menganito con la cabeza?"... "Dale un toque a Benítez"... Y ahí estaba Rafael: "Fulanito juega así y asá, y menganito marcó tantos goles con la cabeza". "Por cierto Rafa... ¿podemos llamarte luego?"... "Vale, estaré en casa o en mi móvil". O en el gimnasio Abasota de Madrid, añado.

El desembarco de R.B. en el banquillo del Valencia estuvo plagado, como no podía ser menos, por un par o tres de negativas (la de Luis Aragonés, por ejemplo, que ya había empeñado su palabra con el Atlético de Madrid) y un ascenso (el del Tenerife). Tras dos finales de la Champions perdidas, costaría Dios y ayuda encontrar a alguien que quisiera ir al "matadero" de Mestalla. A Javier Subirats se le ocurrió que ese "alguien" podría ser el jovencísimo Benítez, sin historial aparente y con un bagaje más bien escaso en la primera "línea de fuego". En la jornada diecisiete estaba con la soga al cuello y en la treinta y siete se proclamaba campeón. ¿Hay quien lo entienda?

Benítez ganó la Liga. Así, terminado en "ez". A cualquier otro se le habría pasado por la cabeza ponerse un nombre artístico o intercalar una "p" y una "h" en su nombre: "¡Con todos ustedes, llegado desde la ciudad deportiva, Rapha Benítez!"... Pero no. El activista estadounidense Dawson Trotman decía que "la mayor cantidad de tiempo despilfarrado es el que se emplea en no empezar". Al entrenador del nuevo campeón de Liga no podrá acusársele de eso. Empezó y acabó.

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