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Juan Manuel Rodríguez

Sobre las pulseras

Con esto de las pulseras se está formando un mercado negro de consecuencias imprevisibles. De repente se acerca alguien y te susurra al oído lo siguiente: "¿quieres la de Armstrong?", o "¿tienes la del racismo?"

Será un golpe duro de asimilar, lo reconozco, pero las cuestiones espinosas debemos afrontarlas de frente y por derecho, mirando directamente a los ojos. A fuer de ser sinceros habrá que admitir que estos últimos años no han sido demasiado buenos para el colectivo de vendedores de pulseras de plástico. El sector andaba de capa caída, acorralado por la agresiva y demoledora "pinza" que formaban los diseñadores de videojuegos de fútbol americano, esos de los trompazos con sonido polifónico, y los tatuadores profesionales de grifos mitológicos en la rabadilla. Ahora, sin embargo, el simple hecho de dedicarse a fabricar pulseras de plástico de muchos colores le confiere a uno cierto halo de distinción social del que carecen, por ejemplo, neurocirujanos, premios Nobel de literatura o deportistas de élite.
 
No diga usted "soy ingeniero técnico aeronáutico", diga "soy fabricante de pulseras", y aquellas puertas que hasta hace poco permanecían cerradas a cal y canto se le abrirán milagrosamente de par en par. Dos personas se han dirigido a mí precisamente mientras escribía este artículo: "¿Tienes pulseras de Madrid 2012?"... Desgraciadamente no las tenía, y digo "desgraciadamente" porque, en caso de haber sacado de repente -¡tachán, tachán!- dos pulseras rojas del cajón de mi mesa de trabajo, a ojos de los dos atribulados peticionarios me habría convertido, de repente, en un "hombre influyente", un tipo de la "clase A", alguien con verdadero peso específico. Pero no tengo pulseras, ni rojas ni negras; soy un mindundi, qué le vamos a hacer...
 
Con esto de las pulseras se está formando un mercado negro de consecuencias imprevisibles. De repente se acerca alguien y te susurra al oído lo siguiente: "¿quieres la de Armstrong?", o "¿tienes la del racismo?". Y si no tienes (o mucho peor, no quieres) ninguna, te sientes como un auténtico "don nadie", un trapo... Los vendedores de pulseras de plástico están haciendo su agosto, pero yo tampoco querría estar en su pellejo, qué quieren que les diga. El dinero nunca duerme y el mercado les somete a una tensión tan grande que la pulsera de 2012 todavía no ha salido a la calle y ya empieza a estar "de modé". La pulsera que está "in", "in", pero "in" de verdad es la que todavía no existe... ¿La tienen o no la tienen?

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