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El ejemplo definitivo de que el fútbol posee una sólida base cultural e incluso científica lo constituyen los entrenamientos diarios de Luis Aragonés. Y lo mejor de todo es la forma sibilina, premeditada, en que el conocido como "sabio de Hortaleza" (ahora sí lo entiendo) te dirige, sin que tú seas consciente de ello, a la siempre necesaria actualización de tus conocimientos. En realidad podríamos decir que Luis, como los mejores profesores que he conocido, provoca el deseo de saber más y ser mucho mejor. Es esta la experiencia personal de un humilde periodista deportivo, pero creo que puede servir para dejar con un palmo de narices a todos aquellos que sostienen sin rubor que quienes nos dedicamos, de una u otra forma, a la actividad deportiva somos un atajo de analfabetos.

El otro día andaba yo absolutamente adocenado y sin pensar en nada, en lo que podríamos definir como un claro proceso mental prevacacional, cuando puse la televisión (Telemadrid, Antena 3, Telecinco y porque no hay más canales privados) y allí estaba Luis Aragonés. Era el típico y ya tradicional entrenamiento del mes de julio en los Ángeles de San Rafael; Luis corregía algunos movimientos en su más puro estilo "Sargento Furia" (un personaje de cómic de la Marvel) y cuando ya parecía que no iba a suceder nada surgió el genio, la inspiración del entrenador decano de la Liga española. Sin ensayo previo se dirigió a uno de sus futbolistas y le dijo lo siguiente: "¡Le voy a sofronizar a usted!" (porque Luis siempre llama de "usted" a sus jugadores). Impactante. Si yo hubiera estado presente en el entrenamiento les habría rogado a todos mis compañeros que le hiciéramos la "ola" al "mister".

Pegué un respingo en el sillón y me lancé al diccionario con el corazón latiéndome a cien por hora. Sofronizar, sofronizar... ¿Qué había querido decirnos con aquello el maestro? ¿Qué mensaje oculto se encontraba tras aquella frase lanzada al aire como si nada, como si aquello no tuviera la más mínima importancia para la raza humana? No encontraba aquel "palabro". Sofronizar, sofronizar... Hasta que alguien me advirtió que era un término científico.

Por lo que pude entender uno se sofroniza cuando logra convencerse de algo, una especie de sistema de autocontrol (por ejemplo, el dentista que a través de la sofronización convence al paciente de que aquello no le va a doler). ¡Eureka! Don Luis Aragonés había cumplido de nuevo con su labor educativa. Por eso yo, desde estas páginas, quiero gritar a los cuatro vientos: ¡Sofronicemos todos juntos! Sabio dixit. ¿Ven como el fútbol es cultura?

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