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15 de septiembre de 1953. Si al odio deportivo que mantienen Real Madrid y Barcelona se le aplicara la prueba del carbono-14 para determinar su antigüedad nos ofrecería esa fecha. Ese día el presidente de la federación española de fútbol, el Conde de Villafuente Bermeja, decidía partir en dos mitades a Alfredo di Stéfano acabando así con una agria polémica. Dos años en Chamartín, y otros dos en Las Corts; el Barcelona había atado al delantero tras cerrar un acuerdo con River Plate, y se negó tajantemente a aceptar el reparto salomónico. Santiago Bernabéu se limitó a esperar y acabó por llevarse en propiedad al jugador. El resto ya se conoce suficientemente: aquel todoterreno genial que defendía, atacaba, mandaba y era un líder único, desequilibró la balanza del lado "merengue". Convirtió al Madrid en el equipo más laureado de la historia, y al Barcelona en "el otro grande de España".

En Barcelona le pregunté a Joan Gaspart si él no tenía la sensación de que su club había vuelto a perder el tren de la historia en el "caso Figo"; el presidente azulgrana es un hombre muy sibilino y esquivó con acierto la pregunta, pero yo creo que en la intimidad más profunda él tiene efectivamente esa impresión. Sea por lo que fuere (habilidad de F.P. o con los millones por delante), el Madrid ha vuelto a adelantarse a su eterno rival.

El remate ha sido la concesión al portugués del balón de oro, y la designación del Madrid como el mejor club de la historia por decisión de la FIFA. En ambos casos los directivos del Barcelona no han sabido estar en su sitio, demostrando que tanto el premio a su "ex" como la justa proclamación del Real como "number one" han escocido mucho en Canaletas. Nadie ha discutido que, título a título, el Madrid es el más grande del siglo XX. Manchester, Bayern, Inter o Juventus han respetado la decisión. Todos menos Gaspart a quien ha vuelto a faltar el "seny" suficiente para aplaudir, y la inteligencia necesaria para callar. Así ha quedado como el "Jaimito del balón".

En una reunión con los periodistas, Gaspart ha dicho que preside el club más grande del mundo y del universo. Nada que objetar: lo primero es una impresión personal y subjetiva, mientras que lo segundo confirma que el presidente culé no cree que haya vida (o fútbol) en otros planetas. Pero don Joan metió la pata hasta el fondo al manifestar públicamente su desacuerdo con la decisión del máximo organismo del fútbol mundial. Un feo gesto. Yo creo, como Johan Cruyff, que el Real Madrid ha sido el equipo más importante del siglo que ahora despedimos. A Gaspart le queda trabajar desde ahora para que el Fútbol Club Barcelona consiga lo mismo al final del siglo XXI. En diciembre el presidente suspendió en "seny". Vuelva usted en septiembre.

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