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Empieza en las playas de Dunquerque un nuevo Tour de Francia y se cumplen ahora diez años desde la primera vez que aquel "X Men" llamado Miguel Induráin se impusiera en la "grand boucle". Ya no es lo mismo sin él y aunque los aficionados asimilamos que esté dedicado en cuerpo y alma al cambio compulsivo de pañales o al anuncio indiscriminado de "bollos Martínez" en la tele, es lógico que nos recorra cierto aire de nostalgia por el cuerpo. Vemos a Miguelón con su papada y la incipiente barriguita y deseamos que surja cuanto antes otro gran campeón que le emule, un torbellino que haga sonar de nuevo el himno español en los Campos Elíseos de París. Pero será difícil.

Pocos ciclistas ejercieron el control de Induráin sobre la "serpiente multicolor". En una carrera por etapas, más aún en una de la enjundia del Tour, uno no sólo debe ser el más fuerte física y mentalmente, sino poseer también un halo de superioridad moral sobre el resto. Esto se logra a base de prepotencia y ambición (Mercx o Hinault) o con rigor y diplomacia, como le pasaba a Miguel. Una anécdota expresará gráficamente esto que digo: durante una etapa se escapó un grupo de ciclistas entre los que se encontraba Induráin y un jóven colombiano. Sería probablemente la primera vez que aquel corredor tenía tan cerca al ciclista navarro y, para demostrarle su respeto, no se le ocurrió otra cosa que decirle: "pase usted primero, don Miguel".

El español supo ganarse no sólo el cariño de sus compañeros sino también el del resto de ciclistas. Induráin sabía "repartir" con equidad e inteligencia de forma que luego no se revolvieran, todos a una, contra él. No le ocurrió lo mismo a Eddy Mercx que lo quería ganar todo. Una vez, durante una Vuelta Ciclista a España (mediados de los setenta), el belga esprintó ante la extrañeza general. ¿Por qué salía pitando como un poseso? Muy sencillo: había visto a lo lejos una pancarta que le pareció una meta volante pero ¡era un cartel del Partido Comunista de España!

Por todo ello, no creo que vuelva a haber otro ciclista como Miguel Induráin. Pasó de puntillas cuando había ganado cinco Tours consecutivos. Mercx o Hinault están a su altura deportiva pero no por encima suyo. Después no ha habido otro como él. Si acaso Lance Armstrong, otro caso de superación personal y de lucha frenética contra la muerte. Yo, como aquel corredor colombiano, también le digo lo mismo: "pase usted primero, don Miguel". Le seguiremos echando de menos. Qué remedio.



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