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Juan-Mariano de Goyeneche

El la lo Internet

Un amigo mío que hacía las entrevistas de selección de personal en su empresa de telecomunicaciones me comentó hace unos años que tenía un método rápido para detectar si el aspirante al puesto de trabajo tenía experiencia en Internet o si, por el contrario, era un recién llegado al mundillo.

Le bastaba con fijarse en cómo se refería a la Red de redes. Si la llamaba "la Internet" o, simplemente, "Internet" a secas, era buena señal. En cambio, si decía "el Internet", quedaba descartado.

Y lo cierto es que hay buenas razones para decantarse por "Internet" o "la Internet", pero no se me ocurre ninguna para usar "el Internet", término éste acuñado por los presentadores de telediarios no se sabe muy bien por qué, pues nadie en el mundo especializado empleaba tal denominación.

"Internet" a secas tiene sentido como nombre propio de lugar: "estoy en Internet", como quien dice "estoy en París"; un lugar, sí, un tanto indeterminado y geográficamente difuso, pero un lugar a fin de cuentas. ¿O acaso Libertad Digital no está en Internet?

"La Internet" tiene otra justificación, ya que con ello nos referimos a "la red Internet", aunque por economía lingüística dejamos elíptico el sustantivo "red". Igual que cuando se habla de "la ETA" se hace en referencia a "la banda terrorista ETA".

Es posible que alguien proteste diciendo que "Internet" ya lleva el concepto de red indisolublemente unido a su propio nombre (su sufijo, "net", "network", significa "red" en inglés) y que hablar de "la red Internet" es una reiteración innecesaria. Pero ejemplos no nos faltan de este recurso lingüístico en nuestro idioma. Ya Unamuno, en 1902, hablaba de un caso mucho más notable que le contara su maestro Lázaro Bardón: el del río Guadix. "Vinieron los semitas y le llamaron Ix -decía-, que significa río; llegaros los árabes y le llamaron Wad-Ix, es decir, el río río, y por último le llamamos nosotros río Guadix, esto es, el río río río".

"El Internet", en cambio, hasta donde uno sabe, queda solo como recurso para hacer una primera criba rápida en las entrevistas de trabajo.

Y la última posibilidad, "lo Internet", vamos a brindársela desinteresadamente a Doña Carmen Romero, que desde lo de sus "jóvenes y jóvenas" anda un tanto falta de inspiración en lo que a aportaciones históricas a la lengua española se refiere.

Por cierto que, ya que nos hemos metidos en estos vericuetos lingüísticos relacionados con Internet, vale la pena recordar un pequeño error en la interpretación de esta palabra: venida evidentemente del inglés, no quiere decir "international network", "red internacional", como comúnmente se cree. La Internet fue diseñada con unos objetivos más humildes y la universalidad no se encontraba aún entre ellos: más bien se contentaban con satisfacer las necesidades de quien financiaba el proyecto, el DoD norteamericano, el Departamento de Defensa de aquel país.

A la hora de bautizar a la red que allí habían creado contaban ya con el sustantivo "internet", con i minúscula, acuñado para referirse a un conjunto de redes heterogéneas interconectadas a través de encaminadores, al que mediante unas capas de software se le daba un aspecto homogéneo escondiendo las diferencias entre las distintas redes físicas subyacentes y viéndolas todas como una única red virtual. Internet, con I mayúscula, sirvió así para designar a la mayor y más representativa de esas internets.

Por ello resulta más correcto escribir Internet con mayúscula a fin de diferenciarla de otras posibles internets, con minúscula, que a su vez pueden pertenecer o no a la gran Internet. Por ejemplo, una intranet es una internet privada de una empresa, no necesariamente conectada a Internet.


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