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Juan-Mariano de Goyeneche

En busca de la arqueta perdida

Las arquetas son costras que quedan en las aceras después de ser levantadas y vueltas a sellar. Rectangulares las más, otras circulares, de color oscuro casi siempre, todas llevan inscrito el nombre de la compañía que presta el servicio y sirven para que las canalizaciones que atraviesan las aceras lleguen a las casas y puedan ser reparadas adecuadamente.

Hasta hace pocos años, las arquetas que encontraba uno por la calle eran de agua, gas y alumbrado, pero desde entonces su número ha crecido vertiginosamente en favor de las que se emplean para dar servicios de telecomunicaciones. Y con ese crecimiento ha aumentado también el problema del que nos hacemos eco hoy: el de la "arqueta perdida" o la "arqueta fantasma".

Ésta tiene en común con sus hermanas que ha costado lo mismo construirla, que para colocarla se ha levantado igualmente la acera (seguramente justo después de que la hubieran cerrado tras concluir una obra previa, como siempre) y que ha causado las mismas incomodidades a los vecinos.

La diferencia está en que después de todo eso la arqueta desaparece: llegado el momento de usarla, los operarios acuden para ponerla en explotación y, como en Indiana Jones, la X no marca el lugar. Donde debería haber arqueta solo hay duro pavimento.

¿Explicación? Hay muchas: suponiendo que nadie haya estafado a nadie, que no parece ser el caso, al menos generalmente, puede ocurrir que el constructor que la recibió en la acera equivocara la dirección exacta en la que lo hizo, o que al pasar la dirección manuscrita a ordenador se confundiera un 7 con un 1 o un 3 con un 8, o que se produjera un lapsus (¿lapsus claviaturae?) al teclearla, o que se corrompiera la base de datos en que se registraban las direcciones, o que lo mismo que un día aciago la migración del software de una empresa deja sin servicio de telefonía móvil a todo el país, otro día más discreto mande a unas cuantas arquetas al limbo de las arquetas.

El caso es que la arqueta se ha pagado y se ha instalado, pero nadie sabe dónde.

Pese a lo triste del panorama, pensándolo mucho –aquí en Libertad Digital somos muy esforzados–, se puede encontrar una lectura positiva del problema: en caso de que vaya usted a contratar un servicio de telecomunicaciones con una compañía proveedora y que le digan que todavía no se ha llegado hasta su casa, no desespere: ¡salga en busca de la arqueta perdida! Quizá una de las de esas compañía esté justo ahí, en su acera. ¿Quién sabe?, puede que en pago a su espíritu aventurero hasta le paguen un rescate por ella. Pasan cosas tan raras en el mundo de las Telecomunicaciones...

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