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Juan-Mariano de Goyeneche

¿Por qué la cultura es de letras?

¡Qué envidia dan personajes como Leonardo da Vinci, que no solamente lo era todo en las letras sino también en las ciencias! ¡Qué gozo los tiempos en que se educaba para saber mucho de todo! No ocurre eso ya: ahora, ser culto se identifica, todo lo más, con saber de letras. Lo vemos cuando personajes de cultura unánimemente reconocida admiten impúdicamente –cuando no se jactan abiertamente de ello– su poco conocimiento y clara aversión por las matemáticas y la física sin que eso provoque el menor reproche social.
 
El contraste es claro: pensar que "dar el fiat" es regalar un coche o quejarse de que a uno le culpen de todas las desgracias, "incluso de la derrota de Lepanto", no son cosas socialmente bien vistas, precisamente. Y con razón. Sin embargo, no conocer del teorema de Pitágoras sino el nombre o sólo ubicar a James Clerk Maxwell en la lista de ilustres desconocidos no deja de verse, generalmente, con cierta indulgencia cuando no con abierta identificación.
 
Lo terrible es cuando estas lagunas en la cultura cientifico-técnica se muestran en todo su esplendor en contextos... ¡cientifico-técnicos! Dos ejemplos sacados de artículos técnicos de importantes periódicos de tirada nacional: pasado mes de agosto, artículo dedicado al TPL israelí empleado en el rescate de los mineros del Bierzo. El significado que atribuye a las siglas TPL es erróneo, aparte de estar escrito con faltas de ortografía. Pero no contenta con eso, la autora nos explica que la operación había dado un giro "de 360 grados" al comprobar los bomberos que era imposible liberar a los mineros a través de la galería derrumbada. No es por dar ideas, palabra que no, pero en cierta película un guardaespaldas tiroteaba a Anthony Quinn en mitad de su piscina precisamente por decir eso del giro de 360 grados...
 
Segundo ejemplo: sección de tecnología, artículo a doble página sobre virus informáticos. Un dibujo trata de explicar el mecanismo de contagio del virus Blaster y, en su afán didáctico, pone 5 ejemplos de direcciones IP. Las copio textualmente: 22.364.654.123, 543.78.564.456, 435.456.0.43, 934.745.90.432, 166.354.76.45. ¡Mira que es mala suerte! ¡Inventarse cinco IPs y que ninguna de ellas sea en realidad una IP! Alguien les había dicho que éstas están formadas por 4 números unidos por puntos pero, al parecer, ¡nadie les había precisado que ninguno de esos números puede ser mayor que 255! Ante eso, ¿qué credibilidad dar al resto del artículo?
 
Pues ejemplos así todos los días. Y lo malo es que pese a la abundancia de material para el estudio se nos acaban estas líneas temiéndonos muy mucho no poder dar cumplida respuesta a la pregunta que las encabeza. Se me ocurre, eso sí, que sin ser seguramente la única causa, quizá esto tenga mucho que ver. En cualquier caso, materia para la reflexión, y seguramente para nada más.
 
(Quiero que estas líneas sirvan de despedida, espero que temporal, y como muestra de agradecimiento –éste, en cambio, sin fecha de caducidad– a los lectores y a la Redacción y colaboradores de Libertad Digital, que tantos y tan buenos momentos me han proporcionado)

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