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Juan Morillo Bentué

Las crisis económicas y el paro

Si lo que se desea realmente es disminuir el número de desempleados, la solución pasa por reducir el gasto público, los impuestos, la deuda pública y por flexibilizar los mercados laborales.

Las inyecciones de nuevo dinero en la economía, resultado de las políticas monetarias expansivas llevadas a cabo por los bancos centrales, son las verdaderas causantes del aumento masivo del desempleo en tiempos de crisis y no un error de los "animal spirits" de los empresarios, como pensaba Keynes.

El nuevo dinero introducido en los mercados crediticios reduce los tipos de interés por debajo de su nivel natural. Por un lado, esto desincentiva a los consumidores a ahorrar y, por otro, hace que las empresas emprendan nuevos proyectos de inversión que parecen atractivos y rentables. En el momento en que el banco central reduce las inyecciones para no caer en inflaciones descontroladas, los tipos de interés se ajustan hacia arriba. En ese momento los empresarios se dan cuenta de que sus proyectos no son rentables, es decir, que han invertido mal los recursos. Entonces deben liquidarlos y para ello deben despedir a trabajadores. Por tanto, son los gobiernos y los bancos centrales los que han provocado este nivel de desempleo masivo al hacer que los empresarios reciban señales falsas debido a la expansión crediticia iniciada por el sistema bancario, sin respaldo de ahorro voluntario.

Llegados a este punto, los trabajadores que se dedicaban a producir en las empresas más alejadas del consumo tendrán que ser recolocados en las empresas más próximas al mismo. Mientras esta recolocación de trabajadores y recursos no se produzca, la crisis no cesará. Cualquier otro intento de los gobiernos, de los sindicatos y de muchas empresas para evitar un descenso de los salarios y los precios nominales sólo llevará a incrementar todavía más el desempleo y a paralizar más la economía.

Los gobiernos deberían dejar de incrementar el gasto público, ya que impiden a los trabajadores recolocarse en proyectos verdaderamente demandados por la sociedad. En este sentido, hay que eliminar la idea económica keynesiana de que "el Estado debe estimular el trabajo en tiempos de crisis aunque sea cavando zanjas para luego volver a taparlas", ya que no se trata de producir por producir, sino de que la producción sea de utilidad para la demanda.

Si lo que se desea realmente es disminuir el número de desempleados, la solución pasa por reducir el gasto público, los impuestos, la deuda pública y por flexibilizar los mercados laborales (es decir, que estén libres de coacciones estatales y sindicales) para que no sean tan rígidos como son actualmente. Sólo de esa manera se puede favorecer la imprescindible movilidad laboral que llevará a descender el número de desempleados y a superar esta dolorosa crisis.

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