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Juan Morote

La vaciedad de la victoria

Somos muchos los ciudadanos que estamos hartos de la futbolización de la política, no se es del PP o del PSOE como del Atleti, del Valencia o del Madrid. Allá cada cual con su postura.

Se acerca el inicio de un maratón electoral. Los ciudadanos de Cataluña, sean catalanes o no, serán los primeros en votar. Al menos, de momento, no han prohibido votar a los que no tengan pedigrí de catalanidad ancestral acreditado. A continuación vendrán las municipales y autonómicas en casi toda España, o mejor sería decir en los jirones que nuestros políticos van dejando de ella.

Ante el carrusel de comicios se van posicionando todas las agencias de colocación que so capa de partidos políticos campan por las batuecas. Toda la acción de gobierno y oposición se torna entendible en clave electoral. Cualquier decisión queda justificada si se le presupone un rédito electoral. Resulta patética la asistencia de José Montilla al desfile militar del pasado día 12 de octubre, pero no menos patética resulta la pantomima de ruptura del Partido Popular con su socio de gobierno en la Comunidad Canaria. Nos hallamos ante la situación donde un voto vale cualquier gesto.

El 22 de mayo, día que acudiremos a las urnas para elegir alcaldes, concejales (también de urbanismo) y presidentes autonómicos, pondremos fin a unas elecciones y empezaremos la carrera por la Moncloa. Esta última se verá condicionada por los resultados de las municipales y autonómicas más que nunca. Así, de ahora en adelante vamos a asistir a una exhibición, similar a un ritual de apareamiento de algún ave exótica, de aspavientos arrogantes, poses, indignaciones, escenificaciones de falsas preocupaciones, simulacros de cercanía a los ciudadanos, promesas de todo tipo y sobre todo mucha telegenia. Esto es lo que más les motiva a los asesores áulicos de los partidos.

Los ciudadanos, como casi siempre, asistiremos a estos gestos como lo haría un sujeto de otra especie, quizá con curiosidad, si bien sobre todo con indiferencia. Cada día tenemos más claro que nuestros problemas y los que los políticos dicen suyos se trovan más desconectados, más alejados. Los contribuyentes seguiremos preocupados acerca de cómo llegar a fin de mes, pagar la hipoteca y el colegio de los niños, y nuestros egregios representantes sólo ocuparán su quehacer en cómo colocar a más amigos del partido y en cómo vampirizar nuestro ahorro para pagarles. Es muy curioso que no conozcamos ninguna propuesta seria de los candidatos más conocidos en torno al desempeño previsto de su función para cuando logren el objetivo de la victoria. Únicamente nos alertan de los males que nos asolarán si vence el rival.

Hasta ahora he votado cuantas veces he sido convocado; sin embargo, creo que en esta ocasión y en todas las siguientes sólo voy a acudir a las urnas si el programa político de algún partido de centro derecha me convence, no va a bastar para captar mi voluntad la crítica al contrario. Somos muchos los ciudadanos que estamos hartos de la futbolización de la política, no se es del PP o del PSOE como del Atleti, del Valencia o del Madrid. Allá cada cual con su postura. Quien gane, temo que lo hará sin explicar nada, sin comprometerse en nada. Son las cosas de la vaciedad: ante la ausencia de proyecto, vacío de ilusión.

En España

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