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Juan Morote

Patxi: perdedor

La anulación de las candidaturas batasunas, a pesar de la apariencia, culmina un proceso de radicalización nacionalista del PSE como antes lo tuvo el PSC. Se trata de copiar la fórmula catalana, si bien, adaptándola a sus circunstancias.

Anda el paisanaje patrio medianamente satisfecho con la anulación por parte del Tribunal Supremo de las candidaturas de Askatasuna y D3M. Y el Gobierno y sus voceros quieren hacernos comulgar con ruedas de molino una vez más, pretenden que nos creamos que el impedir la concurrencia de los etarras a las elecciones vascas supone una muestra de la decidida voluntad de acabar con la ETA sin ceder a ninguna de sus pretensiones.

A priori, la no concurrencia de los batasunos a los comicios es una buena noticia para todos. Ahora bien, sólo lo es si analizamos prima facie "la jugada" (como diría Bermejo). Lo cierto es que Patxi y sus seguidores del Partido Socialista del País Vasco (PSE) se quedaron meditabundos, circunspectos, tras la excursión del PNV a Estella (Lizarra), como un novio abandonado a pie de altar sin explicación alguna. Cuatro años después, y tras defenestrar al decente Nicolás Redondo Terreros, colocaron al frente del PSE a Patxi López que desde entonces deambula buscando su hueco, ¡si hasta se ha hecho un peinado a mitad camino entre Ibarretxe y Zapatero!

La intelectualidad de Ferraz, es decir, Pepe Blanco y Leire Pajín, han llegado al convencimiento de que el PSE no tiene ninguna posibilidad de ganar en el País Vasco: si hubieran contemplado la victoria como alcanzable, nunca habrían perdido ocasión de dividir el voto nacionalista, y sin duda, ETA tendría su candidatura. Ahora bien, al estimar que ganará el PNV, deviene ineludible anular la marca electoral de turno de ETA por tres razones: la primera para que el PSE sea, en la práctica, el único socio posible de Gobierno del PNV; la segunda porque puede restar votos al PP intentando esgrimir el argumento del voto útil, dado lo inútil del PP vasco en este momento; y la tercera, porque acaparando el PNV todo el voto nacionalista radical, quizá algún colectivo menos radical vote al PSE.

A esto también juega el PNV que mientras protesta con la boca pequeña y a través del veterotestamentario Arzalluz por la ausencia de Askatasuna y D3M, no deja de frotarse las manos considerando desterrado el fantasma del desalojo de Ajuria Enea; no les vaya a pasar como a sus colegas catalanes, que salieron por los pelos del Palau de la Generalitat y veremos cuando vuelven.

Por lo tanto, la anulación de las candidaturas batasunas, a pesar de la apariencia, culmina un proceso de radicalización nacionalista del PSE como antes lo tuvo el PSC. Se trata de copiar la fórmula catalana, si bien, adaptándola a sus circunstancias. La ausencia en el País Vasco de un partido como Esquerra Republicana de Cataluña provoca la imposibilidad de un "tripartit" euskaldún y, en consecuencia, resulta imprescindible mantener un PNV fuertema non troppo. De este modo es factible que el PSE entre en el Gobierno, aunque resulte utópico quitarle la cara de perdedor a Patxi López, cuyo partido ha adoptado una táctica que evidencia la falta de credibilidad de semejante candidato.

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