Menú
Julia Escobar

El poeta romántico por excelencia

Hölderlin es uno de los mayores poetas románticos alemanes. Amigo de Hegel, Schiller, y fuente de inspiración de poetas como Rilke; su vida –que desembocó en la locura– es el ejemplo más depurado de lo que se conoce como “destino de poeta". Si Rimbaud es la configuración del poeta maldito, Hölderlin lo es del poeta romántico, atormentado. No en vano Stefan Zweig lo incluyó en su serie de biografías psicológicas que titulóLa lucha contra el demonio.

Hölderlin estaba imbuido de cultura clásica, particularmente de literatura griega, de la que tradujo grandes obras con las que entabló esa fecunda relación que él calificó de “diálogo poético” y que le hizo entender la poesía (por la que abandonó el seminario) como una actitud moral, un instrumento para acercarse a la divinidad; el poeta es un sacerdote y un profeta que esclarece el mundo y lo vivifica. Con un lenguaje lírico incombustible, muy cercano a la filosofía, Hölderlin pretendió desentrañar los misterios de la Naturaleza y reconciliar al hombre con ella, pues, según su credo romántico, el hombre se sosiega a través de la religión, del arte y de la poesía que se convierte así en un acto reconciliación, de humanidad.

La muerte de Empédocleses un drama en verso sobre los últimos momentos del filósofo de Agrigento, que se arrojó en el Etna tras sufrir un acoso muy de la época por parte de las autoridades civiles y religiosas de la ciudad, temerosas de la influencia creciente de sus enseñanzas sobre los ciudadanos. Hölderlin pone especial énfasis en este conflicto de intereses, muy hegeliano, entre las razones del individuo y las razones de Estado. El poeta lo escribió poco antes de perder la razón y después de su novelaHiperión o el eremita de Grecia.

Nunca llegó a terminar ninguna de las tres versiones que hoy nos presenta Feliu Formosa, en una nueva traducción que viene a sumarse a las ya existentes entre las que destacaré, por su calidad literaria, la muy libérrima de Carmen Bravo Villasante quien, muy en consonancia con la teoría de la traducción de la época, fundía las tres versiones en un solo texto. Siendo, como es, muy loable la empresa de editar esta magnífica obra, no creo que fuese mucho pedir a los editores que hubieran permitido al traductor, o a cualquier otro especialista, explayarse con algún comentario introductorio o mejor aún que hubieran traducido el texto que Hólderlin dedicó a esta obra, lo que habría enriquecido notablemente la edición.


Friedrich Hölderlin,La muerte de Empédocles, traducción de Feliu Formosa, El Acantilado , Barcelona, 2001, 185 páginas.

En Tecnociencia

    0
    comentarios