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Julia Escobar

Israel, Israel

Si algo es noticia en nuestro país es que un grupo de españoles se manifieste apoyando a los judíos y, todavía más, a Israel. En este sentido, la concentración en Madrid ante la Embajada del Estado judío ha sido algo sin precedentes. Nunca hasta ahora –a pesar de que absolutamente ningún medio de comunicación se hizo eco de la convocatoria– se había congregado en España, no ya las casi mil personas que han asistido a esta manifestación, sino nadie, para sostener públicamente a uno de los países más injustamente difamados del mundo junto, o con, los Estados Unidos.

En efecto, Israel que desde su creación ha sido hostigado por los países árabes, vive ahora momentos de tremenda indefensión. Primero, por culpa del enemigo que tiene en casa, cuyo modus operandi es imposible de combatir como no sea por las armas, a no ser que se pretenda que, una vez más en su historia, esa gente se deje asesinar sin rechistar. Segundo ante sus enemigos del exterior que, además, son, supuesta e irónicamente, sus amigos y aliados.

Excepto EEUU, el resto de los países occidentales practican una política de cobarde pasteleo, víctimas de la ideología dominante, hecha de mala conciencia por ser prósperos, de folklorismo tercermundista (que siempre es antisemita) y de ignorancia recalcitrante. Esto último se puede comprobar fácilmente en toda discusión con los infinitos partidarios de Arafat que pululan por doquier, que se hacen cruces cuando les descubres que así como nadie ha matado a tantos comunistas como los propios comunistas, tampoco nadie ha matado a tantos palestinos como los demás árabes.

También ignoran que el terrorismo estaba siempre ahí, incluso antes de que Israel ocupara Cisjordania. Si en Oriente Medio es imposible la paz no es porque Israel esté en contra de un Estado palestino (está, con muy buen criterio, en contra de Arafat) sino porque ningún país árabe, incluido el futuro Estado palestino, es capaz de reconocer el carácter judío del estado de Israel. Parece claro que las presiones occidentales no han de realizarse sobre este último sino sobre los países árabes que son quienes no parecen desear que haya una paz justa y equitativa: tal vez no quieran que Israel desaparezca del mapa pero sí que los judíos, una vez más, desaparezcan de Israel.

La mañana del domingo, fresca y luminosa, en Madrid, en la calle Velázquez, mientras oía el comunicado de Jon Juaristi en nombre de los españoles que como él, como yo y tantos otros, asistíamos a esta insólita concentración, y escuchaba al Embajador de Israel hablar de paz entre israelíes y palestinos y agradecer nuestra solidaridad con las víctimas del terrorismo, me acordé de una canción de los judíos de Tánger que de pequeño le cantaba a un amigo mío su padre:

El día del Sabbath
Al campo fuimos
Vimos un gato negro
Lo espantimos


Creo que hoy, entre todos, hemos espantado el enorme gatazo del miedo que nos impedía reunirnos.

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