Menú
Julia Escobar

Jon Juaristi, de la Biblioteca Nacional al Instituto Cervantes

Cuando, hace apenas un año, Jon Juaristi juraba su cargo de director de la Biblioteca Nacional ante la Ministra de Educación Cultura y Deporte, Pilar del Castillo, estaba muy lejos de imaginar que en tan poco tiempo volvería a repetir fórmula, esta vez ante dos ministros: la anterior y José Piqué, ministro de Asuntos Exteriores.

Ambos estaban en Alcalá de Henares, en la primitiva sede del Instituto Cervantes, en presencia del alcalde de la ciudad y del Secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, y en presencia también del director saliente, Fernando Rodríguez Lafuente, así como de un numeroso público compuesto de dignatarios varios y compañeros y amigos de todos los implicados.

Tanto el ministro Piqué como la ministra Castillo reiteraron en sus respectivos discursos su confianza en la idoneidad de Juaristi para dirigir el Instituto. Pero detrás de todas las fórmulas de rigor inherentes a los discursos de este tipo, cada uno de ellos dijo algo que merece ser destacado.

En el caso del ministro Piqué fue la mención que hizo a la condición de vascoparlante de Juaristi, y a lo que eso significa respecto a su sensibilidad lingüística, y recordó que su sucesor en la Biblioteca Nacional, Luis Racionero era catalán. Según ese razonamiento, si ahora nombraran en París a un gallego quedaría totalmente representada la pluralidad lingüística de nuestro país.

Pilar del Castillo se refirió a los objetivos y desafíos del Instituto Cervantes: consolidar los logros, por supuesto, pero también abrir nuevos horizontes a la lengua y a la cultura española. Lo significativo es que mencionara el escaso número de traducciones que todavía se realizan de autores españoles a otros idiomas pues hay que recordar que uno de los indicadores de la importancia cultural de una lengua –y de un país- es precisamente este aspecto: cuanto más te traducen más vales.

Por su parte, Juaristi dejó bien clara su identificación con la enseñanza de la lengua española, avalada por sus años de experiencia como profesor de lengua y literatura española -factor sumamente importante a mi entender- y su propósito de seguir en la línea abierta por su predecesor.

Y así, desde ese mismo momento, Jon Juaristi pasó de ser director de la Biblioteca Nacional a convertirse en el cuarto director del Instituto Cervantes desde su creación en 1991. Este rápido cambio de funciones ha resuelto eficazmente el vacío de poder que podía haber creado la marcha de Fernando Rodríguez Lafuente a ABC para asumir la dirección del suplemento cultural, vacante tras el repentino traspaso de Marisa Blanco a Babelia. De modo que se puede decir que bien está lo que bien acaba.

En Opinión