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Julia Escobar

La guerra de nunca acabar

Trapiello siempre elige argumentos enmarcados en un contexto histórico señalado para sus novelas. En esta, que es ya la cuarta, se trata de la guerra civil española que, como él mismo dice, es la contienda bélica que cuenta con más bibliografía después de la segunda guerra mundial. La perspectiva cambia con el tiempo, pero la guerra civil está presente, aunque sea por alusiones, en casi toda la literatura española desde el origen mismo del conflicto. Cerca de cuatro generaciones de novelistas y poetas han bebido en las aguas turbulentas de la guerra civil y parece que el manantial está muy lejos de agotarse.

Entre las primeras generaciones, testigos, protagonistas o los llamados “niños de la guerra” citaré la serie de los Campos de Max Aub; Incierta gloria de Joan Sales, Línea de fuego de Benjamín Jarnés, y Una isla en el mar rojo de Wenceslao Fernández Flórez. , La trampa de Ana María Matute, Vísperas de odio de Concha Castroviejo y La soledad de Alcuneza de Salvador García de Pruneda. La lista es interminable. Pero las generaciones siguientes tampoco han olvidado la guerra; precisamente este año se han publicado varios libros en los que está presente, como los de Manuel de Lope, Dulce Chacón y Rafael Chirbes, y este de Andrés Trapiello. Estos narradores han incorporado, además, la reflexión histórica que se ha llevado a cabo durante estos sesenta años y todos los mitos iconográficos procedentes del cine y de la fotografía.

Esta novela de Andrés Trapiello reconstruye una historia de guerra y de exilio, a golpe de investigación documental y testimonial. El autor dice haber encontrado en la Biblioteca de la Fundación Pablo Iglesias el diario manuscrito de un combatiente de la República. Se trata de Justo García, tipógrafo, es decir un obrero ilustrado, militante de la UGT. En la primera parte nos cuenta el día a día de su vida en el frente del Este y la retirada de su compañía hacia la frontera. No se nos ahorra ningún tipo de tropelías de uno y otro bando, protagonizadas en particular por los comunistas y los falangistas.

La segunda parte está dedicada a reconstruir de manera admirable los primeros y más angustiosos momentos del exilio: las largas colas en la frontera, el campo de refugiados de Saint-Cyprien, el maltrato y la grosería de los funcionarios franceses que contrasta con la generosidad individual de algunos ciudadanos; y, fuera ya del campo, la difícil vida del exiliado primero en Toulouse y luego en París, para concluir finalmente con la dramática travesía en el Sinaia, el barco que llevaría a Justo a México, junto a miles de exiliados.

Destaca la magnífica caracterización del otro gran protagonista de la novela, Thomas Lechner, una suerte de aventurero romántico, muy barojiano, que resulta “todo desconocido” según reza en su ficha oficial, pero del que vamos sabiendo muchas cosas a medida que avanza la narración.


Andrés Trapiello, Días y noches, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2000. 285 páginas

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