Pasolini, cuya vida no fue precisamente un ejemplo de equilibrio y sensatez, terminó mal (como sus propios personajes), asesinado de mala manera por un grupo de jóvenes marginales, de esos que tanto le gustaban. Su cadáver apareció en una playa de las afueras de Roma, concretamente en Ostia, el 1 de noviembre (día de connotaciones fúnebres y melancólicas) de 1975, hace ahora 25 años. Esa muerte siniestra, de macarra, le pilló a los cuarenta y tres años, en "plena flor de sus pecados" que diría Shakespeare.
Pier Paolo Pasolini nació en 1922, en Bolonia, ciudad hermosa y culta. Primero fue poeta de ribetes existencialistas y sociales, como pedía la época, demagógico y populista. Luego prosista y ensayista, de tendencia marxista (escuela Antonio Gramsci), en consonancia con el aire de los tiempos. Algunos le consideran uno de los más grandes escritores italianos del siglo XX, cosa discutible, pero lo que desde luego es indiscutible es que fue un cineasta importante.
Su filmografía consta de algo más de veinte títulos algunos de los cuales han sido considerados verdaderas obras maestras. Fluctuó del neorrealismo obligado de sus primeras películas a la adaptación, muy poco ortodoxa, de obras clásicas de la literatura. Entre sus películas más controvertidas destacan El Evangelio según San mateo, Edipo, el hijo de la fortuna, Teorema, Medea (con una inolvidable María Callas), El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Saló o los 120 días de Sodoma.
Cuando murió impresionó mucho un poema, en el que no se mostraba un gran poeta pero sí un buen profeta en lo que respecta a sí mismo: "Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:/horas y horas de soledad son el único modo/para que se forme algo, que es fuerza, abandono/vicio, libertad, para dar estilo al caos./Yo ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte/que se me viene encima, en el ocaso de la juventud./Pero por culpa también de este nuestro mundo humano/que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.
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