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Julián Schvindlerman

Palestinos en hospitales israelíes

Los israelíes se dedican a salvar vidas palestinas, pero la opinión pública mundial los ve como genocidas.

Los israelíes se dedican a salvar vidas palestinas, pero la opinión pública mundial los ve como genocidas.

Causó bastante sorpresa entre los israelíes la reciente noticia de que el alto dirigente palestino Saeb Erekat había solicitado ser puesto en lista de espera para someterse a un trasplante de pulmón en Israel. Y provocó cierto desconcierto el hecho de que las autoridades aceptaran su pedido.

La calidad de la medicina israelí es superior a la de Cisjordania, por lo que el requerimiento de Erekat era racional, y políticamente al Gobierno israelí le hubiera sido difícil negar atención humanitaria a quien es, técnicamente, un socio en el proyecto de paz de Oslo. Lo que no parece lógico es que un hombre que lleva largo tiempo criticando y difamando a Israel ante los medios de comunicación, la diplomacia internacional, las Naciones Unidas y desde cualquier plataforma posible haya elegido al "enemigo sionista" para ser tratado médicamente. Apenas un año atrás, en una columna en Newsweek, el secretario del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina acusó a Israel de cometer "crímenes y violaciones sistemáticas de la ley internacional". Ha apoyado al movimiento BDS, que busca aislar mundialmente a los israelíes. Con saña, en el año 2002 acusó a Israel de haber matado a "más de quinientos" palestinos y falsamente clamó que se habían cavado fosas comunes para trescientos de ellos. La prensa rápida e infundadamente llamó a la operación "la masacre de Jenín", por la localidad palestina a la que el Ejército israelí debió ingresar para erradicar avisperos terroristas en el contexto de la Intifada de Al Aqsa. (Fatah admitió unas semanas después que el número de palestinos muertos había sido 56; 23 soldados israelíes también murieron en ese combate). De modo que fue raro que Erekat optara por ser atendido en hospitales israelíes y no de naciones más amigables de la causa palestina como Qatar o Suecia.

Erekat no es el único dirigente palestino caradura que elige los hospitales israelíes para recibir tratamiento médico para sí o para sus familiares. El presidente Mahmud Abás –quien apenas en marzo pasado recibió en sus oficinas con un abrazo a Osama Zaidat, un adolescente palestino que intentó apuñalar a ciudadanos israelíes en una parada de autobús cerca de Kiriat Arba– ha enviado a hospitales de Israel a su esposa –para una operación–, a su hermano –para un tratamiento de cáncer– y a su cuñado –para una cirugía de corazón–. Incluso líderes del movimiento fundamentalista islámico Hamás –que ha excavado túneles terroristas en la frontera de Gaza con Israel, lanzado miles de misiles contra poblaciones de Israel, secuestrado soldados de Israel y llevado a cabo grandes cantidades de atentados suicidas en ciudades de Israel– han enviado a sus parientes a recibir cuidado médico a la "entidad sionista". La hermana de Musa Abu Marzuk, uno de los líderes de Hamás, recibió tratamiento por cáncer en Israel en 2014 apenas dos meses después del fin de la tercera guerra contra Israel lanzada por Hamás desde que capturó la Franja de Gaza. Dos semanas antes, la hija de Ismaíl Haniyeh, entonces líder de Hamás en Gaza, ingresó a la sala de emergencias de un hospital de Tel Aviv. Haniyeh también envió a hospitales de Israel a su nieta –por una infección aguda–, a su cuñado –por un ataque cardíaco– y a su suegra –por un cáncer–. Una cosa es la Yihad y otra la salud.

Según la Agencia Coordinadora de las Actividades del Gobierno israelí en los territorios, el año pasado más de treinta mil palestinos entraron a Israel desde Gaza para ser curados. A tal fin, el paciente debe ser referido a un especialista por un doctor palestino, quien lo deriva a Israel. El Ministerio de Salud en Cisjordania debe autorizarlo, obtener un permiso especial de Israel, dar con el hospital adecuado y comprometerse a cubrir los gastos. Por momentos, la Autoridad Palestina (AP) negó o redujo significativamente tales pedidos, en el marco de su campaña de presión contra Hamás, que ha incluido también su rechazo a abonar las facturas de la energía que Israel provee a la Franja o a pagar los salarios de empleados públicos gazatíes. El pasado mes de junio tres bebés gazatíes murieron en la Franja luego de que el Gobierno de Ramala no autorizara su desplazamiento a Israel. La vocera de la ONG israelí Médicos por los Derechos Humanos, Dana Moss, dijo al Times of Israel que en 2016 el promedio mensual de autorizaciones de la AP fue de 2.041, y que dicho promedio cayó a 300 por mes entre mayo y junio de este año. El Gobierno de Mahmud Abás también dejó caer una propuesta para crear un mecanismo de transporte desde Gaza hacia los hospitales israelíes, algo indispensable para los pacientes palestinos empobrecidos por un liderazgo que prefiere invertir en infraestructura terrorista en vez de en salud pública.

En respuesta a esa realidad, nació una agrupación israelí que ofrece a los palestinos movilidad. Cada mañana, voluntarios israelíes se acercan a los cruces de Gaza y Cisjordania para transportar sin costo a pacientes palestinos, principalmente niños, hacia los centros de salud en Israel. Camino a la Recuperación fue creada por Yuval Roth, cuyo hermano fue asesinado por terroristas de Hamás en 1993. Entre los voluntarios se cuentan a Buma Inbar, cuyo hijo cayó en el Líbano en 1995, y Amram Mitzna, exalcalde de Haifa y exlíder del Partido Laborista. Cuenta con aproximadamente 600 voluntarios.

Además de estos esfuerzos, médicos israelíes han curado a miles de heridos de la guerra siria, en hospitales de campaña ubicados en la frontera o dentro del país, y médicos y psicólogos israelíes pueden hallarse donde sea que haya golpeado una catástrofe, desde Texas hasta las islas Fiyi.

He aquí una paradoja. Mientras que los israelíes se dedican a salvar vidas palestinas, a pesar de los obstáculos creados por los propios líderes palestinos, la opinión pública mundial los ve como genocidas. Ha llegado la hora de que su vocación humanista –inalterada por ciclos de guerras, intifadas, cohetes y atentados– sea finalmente reconocida.

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