Menú
Julio Cirino

ALCA, NAFTA o... nada

Que la administración de George W. Bush no logró aún integrar un equipo para diseñar e implementar una política hemisférica es visible a poco que se repasa la lista de cargos políticos aún sin titular, tanto en el departamento de Estado, como en el Pentágono o en el departamento del Tesoro y en el caso del Consejo Nacional de Seguridad (NSC), que preside la Asesora Nacional de Seguridad “Condy” Rice, el área de Asuntos Hemisféricos quedó en manos del embajador Maisto, un hombre de la burocracia del Departamento de Estado, no del equipo del Presidente Bush.

En estos días, las declaraciones del Secretario del Tesoro Paul O´Neill a la revista The Economist respecto de la situación Argentina dejaron de lado los usuales refinamientos diplomáticos para señalar que el país está en crisis perpetua desde hace 70 años, que Argentina no tiene una industria de exportación que valga la pena y que en definitiva se encuentra en la encrucijada en que está por voluntad propia.

Se podrá coincidir o disentir en todo o en parte con lo dicho por O´Neill, pero, por su cercanía con el ocupante de la Casa Blanca, pocas dudas pueden quedar de que la preocupación en Washington pasa mucho más por dimensionar el posible "contagio" regional de una suspensión de pagos en Buenos Aires que por las consecuencias que para Argentina pueda tener esta situación. Y, si bien es cierto que no debería hablarse de una postura monolítica de Washington, puede válidamente señalarse una tendencia a mirar con una mezcla de preocupación y escepticismo los sucesos en Argentina y Brasil, como así también la evolución de Perú, Bolivia y Paraguay por mencionar sólo unos pocos ejemplos.

El caso Argentino (con su efecto Tango) parece ser el más grave, no sólo porque se balancea al borde del abismo, sino porque sus problemas gestados en el último cuarto de siglo son estructurales mucho más que coyunturales y requieren de medidas de fondo que trascienden de lejos el logro o no de circunstanciales equilibrios fiscales que se evaporan en minutos. Lo mismo sucede con el recientemente descubierto "déficit cero" objetivo loable, pero que, planteado en un contexto de recesión pertinaz y aguda, no hace sino profundizarla.

Si ahora enfocamos el tema desde el ángulo del Cono Sur, sus perspectivas de integración, la relación con los Estados Unidos y con la Unión Europea, otros elementos entran en el cuadro. El primer interrogante, sin respuesta aún, es una evaluación de los escenarios posibles para la administración Bush. No está claro si a consecuencia de la crisis en Brasil y lo grave y volátil del status de Argentina, la Casa Blanca mantendrá sus planes para concretar el ALCA (Area Latinoamericana de Libre Comercio) y hasta qué punto el presidente Bush está dispuesto a invertir de su capital político para lograr del Congreso la autoridad "fast track", única forma de entablar negociaciones concretas. Independientemente de cómo se responda a este interrogante, queda la incertidumbre respecto de la reacción de un Congreso cuyo Senado tiene ahora mayoría Demócrata y que fue testigo en los últimos meses de serias inestabilidades en Perú, Argentina, Brasil y Bolivia, sin siquiera entrar a considerar Colombia.

El segundo elemento es que el proyecto ALCA, que reduciría progresivamente las barreras aduaneras, no incluye recaudos para una integración política, y mucho menos en el área de la seguridad hemisférica. Las posibilidades de lograr consensos significativos entre los 34 países que integrarían el ALCA en las dos áreas arriba mencionadas (y en un plazo perentorio) son casi igual a cero, particularmente cuando se toma en cuenta que semanas atrás en la reunión de la OEA no pudo siquiera lograrse un acuerdo que permitiera firmar la llamada "cláusula democrática" para todo el hemisferio.

Pensar entonces que podrían abordarse temas tales como la lucha conjunta contra el crimen organizado, o encontrar solución a los problemas de jurisdicción internacional creados por la expansión del narcotráfico o lograr una coordinación en los controles fronterizos, resulta poco probable y menos probable aún cuando se entra en el área de las definiciones conceptuales. Por ejemplo, llegar a una definición aceptable de seguridad hemisférica que pueda, en el largo plazo, conducir a la elaboración común de políticas de defensa; desembocando finalmente en una estructura de fuerzas armadas consensuada de forma transnacional.

Tal vez una opción que merezca un detenido análisis sea tratar de marchar desde lo sub-regional a asociaciones más amplias. Lamentablemente, los años de la administración Clinton mostraron que más allá de la photo oportunity en que se convirtió la Conferencia Cumbre de Miami (1994), en la que el Hemisferio entero cifró tantas esperanzas, el entonces Presidente no estaba listo siquiera para cruzar al Hemisferio Sur durante los primeros cuatro años de su mandato y tampoco arriesgó ningún capital político en un esfuerzo serio por obtener la autoridad fast track. Así, a pesar de los esfuerzos que Chile, por ejemplo, realizara por revivir el espíritu de los acuerdos NAFTA (North America Free Trade Agreement), Bill Clinton llegó a la Cumbre de Santiago de Chile con las manos vacías y sólo en los epílogos de su administración ofreció la apertura de negociaciones bilaterales a Chile. Sería George Bush el que se comprometiera de forma más clara y abierta para lograr este objetivo.

Las condiciones regionales no son ahora mejores de lo que lo eran cuatro años atrás, y el escepticismo se puede generalizar al norte y al sur. Sin embargo, tal vez, la ventana de oportunidad continúe aún abierta para reflexionar sobre la posibilidad más modesta, pero tal vez más realista, de ampliar los acuerdos NAFTA como una etapa que permita, como señalábamos arriba, marchar a una solución que tenga posibilidades de convertirse en un éxito tangible y real.

En Internacional

    0
    comentarios