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Julio Cirino

Las crónicas del miedo

No nieva en Buenos Aires, pero es lo mismo, un frío que parece miedo se va instalando en el alma de muchos argentinos. Tres años seguidos de recesión y las palabras más escuchadas en las ultimas semanas son reducción, recorte, achicamiento.

Mientras tanto, el frío se mezcla con el hambre; algo difícil de pensar en ese país al que una vez conocieron como “el granero del mundo”; la mezcla frío-hambre a su vez genera una sustancia volátil y peligrosa: la explosión social; y en medio de ella pululan hambrientos, vivillos, niños, delincuentes, y claro también delincuentes-niños. Argentina parece afectada por una enfermedad terminal; el individualismo ahoga y el “sálvese quien pueda” es la consigna del momento. Ciclotímicos incorregibles, adoradores del rumor y la intriga miramos ansiosos las pantallas esperando la noticia salvadora.

Fieles creyentes en el caudillo providencial, rápidamente dimos mentalmente por concluido el mandato de un presidente —para nada carismático— Fernando De La Rua, sin pensar siquiera que fue electo hasta finales del 2003. Domingo Cavallo, el temperamental economista de la primera administración de Carlos Menem (1989-1995) fue llamado como “medico brujo” más que como economista y se supuso que su poderosa magia solucionaría todo en pocas semanas. La verdad es que nada en la performance profesional del ahora súper ministro permitía suponer que su capacidad taumaturguita sería tan tremenda; de hecho, visto en perspectiva histórica, el “combustible mental” de Domingo Cavallo pareció agotarse después de concluir exitosamente con el flagelo de la inflación que golpeó a Argentina durante décadas; claro que luego de esto...nada.

Ya fuera del Gobierno, los intentos de volcarse como gurú de las finanzas internacionales no dieron demasiados resultados (Rusia y Ecuador lo tuvieron como asesor). Finalmente devenido a político; primero como candidato presidencial y luego más modestamente como competidor por la ciudad de Buenos Aires, falló en atraer el voto de los ciudadanos. Domingo Cavallo vuelve al poder de la mano de un Fernando De La Rua, acorralado entre las luchas internas por los espacios de poder, las acusaciones de corrupción pasada y futura, el descreimiento generalizado y un tremendo deterioro de la trama social de un país que supo ser mucho más.

Qué o quién lo llevó a pensar que Cavallo sería la persona quedará para los libros de historia pero las desmesuradas expectativas puestas en su nominación llevaron a que el Parlamento aprobara rápidamente lo que se conoció como los “superpoderes”, facultades legislativas que el ministro dijo era indispensables para su éxito. Pocas semanas después se montaría la operación “blindaje financiero” que garantizaba que el resto del año transcurriría sin sobresaltos, las tasas bajarían a niveles compatibles con la actividad económica y la salida de la recesión estaba a la vuelta de la esquina.

El blindaje resultó ser mucho menos resistente a los impactos de lo que se esperaba, la verdad es que se desintegro en un par de semanas; nuevamente el mago metió mano en la galera y ya con los finales del otoño pronunció enigmático otra palabreja que nos debimos aprender: “mega-canje”. Traducida al castellano era: la deuda hoy no la podemos pagar, lo haremos luego y a los acreedores les pagaremos con tasas de las mil y una noches.

Débiles voces se levantaron preguntando qué pasaría en el futuro cuando hubiera que cancelar estos pagos pero Cavallo las deshecho con un gesto imperioso respondiendo que el país crecería a partir de ahora a un ritmo anual del 6 por ciento, por lo que estos pagos no serían problema; y los feligreses de su grey repitieron: “no será problema”.

Pasó junio y pasó el “mega canje”; las tasas no bajaron, y el dichoso riesgo país parece un bólido. Cavallo renueva su pasaporte comunitario. La palabra “piqueteros” se incorporó al diccionario popular junto con los cortes de calle y rutas a los que cada hijo de vecino se siente con derecho cada vez que sus reclamos no son atendidos. En suma, todos contra todos. Llegó julio, el gran mago miró al publico, revolvió la galera... miro al publico, revolvió la galera... y esta vez salió...nada. Parece llegado el momento de intentar un remedio horrendo que causa escalofríos de pavor a los políticos: decir la verdad.

El país esta quebrado, los estados provinciales, manejados por burocracias autocomplacientes e irresponsables, no tienen ahora fondos ni para pagar los salarios. El crédito externo es casi inexistente y los inversores mueven la cabeza como un médico con mala noticias. En las ultimas horas mientras el ministro visita Europa y el presidente ensaya gestos y rituales mirados con escepticismo por los ciudadanos, el riesgo país nos deja terceros en el mundo, las acciones retroceden y los bonos que circulan por el mercado llegan a tasar el 22,5 por ciento anual. Todos los ojos se vuelven ahora hacia el ministro y el coro entona un nuevo himno: Hay que Cavallizar...(de difícil pronunciación pero hermosa música) y con un bello estribillo: Todo el poder a Cavallo.

Un propuesta constructiva final: ¿por que mejor no coronarle emperador? ... tal vez así nos salvemos.

En Libre Mercado

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