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Julio Pomés

Cameron versus Zapatero

Ahora la tiranía se disfraza de democracia para secuestrar nuestra libertad e imponernos un sutil despotismo ilustrado. Si la sociedad civil actuara de modo coordinado, el régimen partitocrático caería.

Admiro la audacia de David Cameron de atreverse a aplicar la cirugía presupuestaria más agresiva desde la Segunda Guerra Mundial. El líder tory es consciente que tendrá que sufrir durante un par de años el peor potro de tormento para un político: el de la impopularidad. Arriesga mucho porque sabe que tras esa dura austeridad la economía británica mejorará antes de las próximas elecciones, y entonces las lanzas de los agraviados se volverán palmas.

El Gobierno español ha hecho exactamente lo contrario: cambiar sus tímidas reformas las veces que hiciera falta para no molestar en exceso a unos desprestigiados sindicatos. Estos parásitos del sistema, sin legitimidad alguna porque no viven de las cuotas voluntarias de sus afiliados, han estropeado, más si cabe, unas reformas insuficientes. En España hay todavía demasiados políticos que consideran que el populismo concede victorias fáciles, y que enfrentarse a la realidad proporciona fracasos seguros. Cuando un Ejecutivo se empeña en exhibir un ‘talante simpático total’, se condena a aplicar una política económica errática, con un único resultado seguro: agravar la crisis.

A Cameron no le preocupan las críticas destructivas que recibe. El premier se ha comprometido a ser coherente con las ideas que formuló en la campaña electoral. El líder tory no tiene dudas que cuenta con el apoyo de la sociedad civil más responsable, por lo que no entrará en negociaciones estériles que estropeen su sólido programa económico. El primer ministro no se dejará intimidar por los medios de comunicación sensacionalistas, porque preferirá no defraudar a quienes confiaron en él. Cameron distingue entre esos ciudadanos que participan en el debate público construyendo país, de los que le critican sin aportar otra cosa que pegadizos eslóganes huecos. Ante esas voces descalificadoras sin contenido el premier vive aquello que dijo Cervantes: "ladran, luego cabalgamos".

Zapatero soporta mal la crítica y prefiere prometer una insostenible seguridad económica que ser cuestionado. Esta es la razón por la que en 2008, a la par de negar la crisis, tranquilizaba con el "Estado nodriza universal", quimera que desmotiva el esfuerzo individual para salir adelante. Alemania ha salido de la crisis y lidera la economía europea porque ha sabido ser austero y competitivo. Aprender esas dos virtudes teutonas es el camino que debieran seguir Rubalcaba y su subalterno Zapatero en lugar de perder el tiempo inflando agravios de lenguaje sexista y concentrarse en reformas de corte alemán.

En España el feudalismo partitocrático ocupa casi todo el espacio público, lo que impide que la sociedad civil aflore. Muchos políticos consideran que ya piensan ellos por los ciudadanos y que estos no deben inmiscuirse en su labor habitual. Este proceder supone una tiranía encubierta porque limita la libertad de las personas a ejercer su voto más allá de cada cuatro años. Por el contrario David Cameron respeta a la genuina sociedad civil, la ha escuchado para elaborar su programa de gobierno y cuenta con ella de un modo permanente como fuente de inspiración. Dicho de otro modo, al líder tory le importa más la gente que el aparato de su partido a la hora de gobernar.

Los problemas que tiene la política española comparten una raíz común: lo poco que cuenta la sociedad civil en nuestra nación. Si hubiera suficientes ciudadanos empeñados en ejercer activamente su libertad, tendríamos una sociedad civil fuerte que conseguiría que sus iniciativas fueran atendidas. El peaje de este sometimiento ciudadano a criterios políticos, a veces sectarios, no es pequeño. Pondré tres ejemplos de aberraciones que nos ha impuesto Ferraz por puro clientelismo político, cuando eran factibles otras alternativas más asumibles por la inmensa mayoría. Me refiero al vaciado de contenido de los conceptos de matrimonio y de familia, y la ley del aborto. Aunque esas leyes fueron protestadas con manifestaciones públicas impresionantes, el Gobierno no hizo nada, porque la sociedad civil que representaban esas concentraciones no les infundía respeto alguno.

La figura de l’Estaca en la célebre canción de Lluis Llac (1968) como símbolo de la dictadura cobra ahora un nuevo estereotipo. Ahora la tiranía se disfraza de democracia para secuestrar nuestra libertad e imponernos un sutil despotismo ilustrado. Si la sociedad civil actuara de modo coordinado, el régimen partitocrático caería, como la estaca del cantautor. No se resigne. Si le importa la libertad empuje también usted la estaca.

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