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Lara Vidal

1920: la crisis olvidada

Al cabo de un año de aplicar una austeridad que habría hecho felices a los Padres peregrinos, la recesión había desaparecido y, en un año más, la crisis no la recordaba nadie y los americanos entraban en lo que han dado en llamar los Roaring Twenties.

Se puede repasar la prensa española y no resulta extraño encontrar comparaciones entre la crisis económica actual y la Gran Depresión de 1929. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, no he dado con referencias a otra crisis previa y no menos grave que, sin embargo, se solucionó feliz y rápidamente. En 1920 llegó a la presidencia de los Estados Unidos un republicano poco conocido llamado Warren G. Harding. Su victoria fue espectacular –60% frente a 34%– y quizá la razón haya que buscarla en el hartazgo que los norteamericanos tenían de la política "progresista" del demócrata Woodrow Wilson. 

1920 fue un año delicado, con la economía despeñándose y una recesión peligrosa. Harding –que era un puritano peculiar– reaccionó aplicando dos sencillas medidas: reducción del gasto y reducción de impuestos. Por supuesto, no fueron pocos los que le insistieron en que debía entregar dinero a los supuestamente necesitados y aumentar los impuestos para costear esa política. Dio igual. Harding se mantuvo testarudamente en sus propósitos. Al cabo de un año de aplicar una austeridad que habría hecho felices a los Padres peregrinos, la recesión había desaparecido y, en un año más, la crisis no la recordaba nadie y los americanos entraban en lo que han dado en llamar los Roaring Twenties

El sucesor de Harding –un personaje al que Ronald Reagan admiraba calurosamente– fue Calvin Coolidge. Sujeto también de la estirpe de los puritanos, recortó todavía más los impuestos y, con la renovada austeridad, impulsó la prosperidad increíble de una década. Cuando en 1929 se produjo el crack de Wall Street lo más sencillo hubiera sido aplicar las recetas de Harding y Coolidge y sortear en un bienio la crisis, pero Hoover, primero, y Roosevelt, después, decidieron endeudar a la nación de tal manera que hubo que esperar hasta 1946 para que la depresión concluyera, todo ello con una guerra mundial entremedias, claro está. Ninguno de los dos presidentes se había molestado en recordar la crisis de 1920. A juzgar por lo que hace Obama, tampoco el actual inquilino de la Casa Blanca la tiene en su memoria.

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