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Larry Elder

Los primeros días de McCain

No todos los banqueros apoyaron los planes de rescate, algunos incluso llegaron a sostener que sin la intervención pública el sistema financiero se habría corregido por sí solo.

Suponga que McCain hubiese ganado las elecciones y que hubiese tomado las mismas decisiones y perseguido los mismos objetivos que Obama para tratar de dar un vuelco a la economía. Imagine una hipotética noticia en los diarios:

Tras más de 50 días en el cargo, el nuevo presidente, incluso para algunos de sus partidarios, parece desbordado por la magnitud de los problemas a los que se enfrenta. Aunque proclama que la economía es su prioridad, confunde por igual a críticos y afines con el proyecto político más ideológico desde el New Deal.

Planea alterar el papel del Gobierno en todas las facetas de la sociedad –desde la educación y la sanidad a la lucha contra "el cambio climático"–, para lo que necesita de más impuestos y gasto público.

El presidente espera que sus planes "salven o creen" millones de puestos de trabajo. Pero precisamente por decir "salvar o crear" se está poniendo la venda antes que la herida. Un senador le preguntó a su secretario del Tesoro qué consideraba un empleo "salvado" y éste le ofreció una respuesta vaga sobre "evitar que el paro suba tanto".

Se ha presentado con un paquete de estímulo, unos mutantes planes de rescate y un presupuesto que amenazan con triplicar el déficit anual. Se prevé que la deuda pública se incremente un 50% entre 2008 y 2011 –casi llegando al 100% del PIB– y que siga elevándose hasta 2019. Aun así, el presidente insiste en que ideó su plan de recuperación bajo la premisa de que no creía en un Gobierno más grande.

Durante las últimas semanas de la presidencia de George W. Bush, el Congreso dio luz verde a gastar 700.000 millones de dólares para apuntalar los bancos mediante la adquisición de activos tóxicos. El actual secretario del Tesoro, que en aquel entonces era presidente de la Reserva Federal de Nueva York, ayudó a diseñar el plan. Y, pese a todo, los bancos no han incrementado los préstamos tal y como se pretendía. Pero lo que resulta más preocupante para una Casa Blanca que presume de transparencia es que no se especifique cuánto dinero se gastó y en dónde se gastó.

No todos los banqueros apoyaron los planes de rescate, algunos incluso llegaron a sostener que sin la intervención pública el sistema financiero se habría corregido por sí solo. El consejero delegado de Wells Fargo se quejaba de que el Gobierno obligaba a los bancos a acogerse a su plan y que ello reducía su capacidad para buscar financiación privada. Richard Kovacevich se preguntaba, "¿Es esto Estados Unidos? Haces lo que te pide el Gobierno y luego se te imponen condiciones adicionales con carácter retroactivo. Si no nos obligaran a acogernos al programa, habríamos podido ampliar nuestros fondos propios en aquel momento".

El secretario del Tesoro, que logró su puesto pese a su evasión fiscal, está trabajando sin colaboradores. De los 18 cargos de subsecretarios, no ha logrado ocupar ninguno y sólo ha tomado en consideración a tres candidatos; dos de ellos, los mejor posicionados, retiraron pronto sus candidaturas.

La falta de personal podría ser una consecuencia imprevista de la orden del presidente de limitar las condiciones con las que podían ocuparse los puestos del Gabinete; de modo que las personas que hubieran tenido responsabilidades en grupos de presión no pudieran acceder a la Administración. El presidente ya ha concedido hasta la fecha dos docenas de exenciones a esta norma.

Los partidarios del presidente hablan de su enorme popularidad. Pero la caída que está experimentando se sitúa a la par de la que sufrió Bush en su primer mandato. Los estadounidenses están llegando a la conclusión de que "nadie sirve para nada".

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