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Análisis de situación (III): El test de las europeas

En las elecciones europeas celebradas en España en 1989, 1994 y 1999, la participación varió entre el 54% y el 63% (menor que en las elecciones generales, pero no excesivamente) y el porcentaje de voto de los dos partidos mayoritarios fue significativamente inferior al que obtenían en las elecciones generales. Eso quiere decir que, aunque una parte importante de los electores percibía las elecciones europeas como uno más de los rounds del combate entre PP y PSOE, otra parte de los electores aprovechaba la intrascendencia de las elecciones europeas para votar a otras opciones alternativas, radicales o directamente chuscas. El voto folclórico y de protesta tuvo, entre 1989 y 1999, una importancia significativa.

En el año 2004, el modelo se vio alterado de una forma radical. Los atentados del 11-M, el acceso al poder de Zapatero y la crispación consiguiente, tuvieron el efecto de barrer casi por completo el voto folclórico y de protesta en las elecciones europeas. Tanto en 2004 como en 2009, la participación fue de solo un 45%, al mismo tiempo que los porcentajes de voto a PP y PSOE subieron, hasta alcanzar niveles comparables a los que se registran en las elecciones generales (acaparando entre los dos partidos más del 80% del voto emitido). En otras palabras: los electores menos movilizados políticamente perdieron repentinamente el interés por las elecciones europeas, que quedaron reducidas a un enfrentamiento PP-PSOE, exclusivamente interpretable en clave nacional.

Si el patrón de voto siguiera, en 2014, el mismo modelo que en las dos elecciones anteriores, PP y PSOE deberían poder pasar sin dificultades el examen de las europeas. Pero el problema es que la crisis puede haber hecho variar de nuevo el modelo, por dos razones que luego veremos.

1) Analicemos primero el caso más favorable para el actual sistema bipartidista y supongamos que los electores acudirán a las urnas con la misma polarización izquierda-derecha que en 2004 y 2009. El sondeo realizado por Metroscopia el pasado mes de noviembre augura, para ese caso, y con una participación estimada del 45% (igual a la de 2009) que PP y PSOE quedarían en el 29% y 28% de voto, respectivamente, muy por encima de IU (14%) y UPyD (8%). PP y PSOE experimentarían una bajada considerable con respecto a 2009 (obtuvieron un 42% y un 39%, respectivamente) y ambos cosecharían tan solo algo más de 4 millones de votos (lejos de los 6 millones que obtuvieron en 2009). Pero se trataría de una bajada perfectamente asumible ante la opinión pública y que no causaría ningún problema grave a los dos partidos mayoritarios.

El único riesgo en este escenario es que la fragmentación de voto va a reducir el umbral de obtención de escaños con respecto a 2009. Las elecciones europeas son el único tipo de comicios con circunscripción única y donde no existe porcentaje mínimo para obtener escaño, por lo que constituyen la oportunidad ideal para que nuevas fuerzas consigan visibilidad. En 2009, el umbral de obtención de escaño estuvo en torno a los 275.000 votos. Con los datos que se desprenden de las encuestas existentes, en 2014 ese umbral se reducirá a, aproximadamente, 240.000 votos.

En consecuencia, alguna fuerza naciente podría "colarse" en el Parlamento Europeo y usar ese hecho como trampolín para las generales. Pero eso no resulta preocupante en exceso para los dos partidos mayoritarios. El bipartidismo no iba a colapsar por ello.

2) El problema fundamental es que ya nadie está seguro de que el modelo de voto de 2004 y 2009 funcione, porque ese modelo se basaba en una polarización del electorado entre PP y PSOE. Pero esa polarización ha desaparecido casi por completo, porque la sociedad culpa de la actual situación a ambos partidos (lo cual es la razón del castigo que las encuestas auguran en las elecciones generales).

Y si esa polarización ha desaparecido, entonces es previsible una vuelta al modelo anterior a 2004, en que las elecciones europeas eran utilizadas como vehículo para lo que antes hemos denominado voto folclórico y de protesta. Es decir, es bastante probable que las elecciones de 2014 se conviertan, a ojos de muchos electores, en una oportunidad de castigar a los dos partidos mayoritarios y/o impulsar alternativas nacientes.

A eso se suma un segundo factor: una parte importante de los electores (sobre todo entre la izquierda, pero no solo), culpa a "Europa" de los recortes y sacrificios que la crisis económica ha traído consigo. Lo cual favorecerá la movilización del voto "anti-troika" y el ascenso de los partidos con un discurso radical o antisistema.

¿Qué puede pasar en ese caso? Pues resulta muy difícil de prever, pero quizá podamos hacernos una idea si nos fijamos en los porcentajes de intención directa de voto para las elecciones europeas que se desprenden de las encuestas.

La tabla siguiente muestra los porcentajes de intención directa de voto según la encuesta del CIS anterior a las elecciones de 2009, el porcentaje real de voto (sobre censo) obtenido finalmente por los distintos partidos en las elecciones de 2009 y la intención directa de voto para 2014, según la encuesta de Metroscopia de noviembre:

ENCUESTA 2009

REAL 2009

ENCUESTA 2013

PP

23,7%

18,8%

12,5%

PSOE

30,7%

17,3%

11,2%

Coalición por Europa

2,6%

2,2%

1,4%

IU

2,1%

1,7%

6,5%

UPyD

0,9%

1,3%

3,2%

Europa de los pueblos

1,6%

1,1%

2,2%

Otros partidos

0,5%

1,6%

4,2%

Observen ustedes dos datos importantes: A) la intención directa de voto en la encuesta del CIS de las europeas de 2009 sobrestimaba enormemente el resultado real que luego obtuvieron los dos partidos mayoritarios, mientras que subestimaba el voto a UPyD y a Otros partidos. B) En la encuesta de Metroscopia de noviembre se detecta que IU y UPyD triplican sus expectativas con respecto a 2009, al mismo tiempo que se produce un brutal ascenso del voto a Otros partidos, distintos de los habituales (parte de ese ascenso se debe a la irrupción de Movimiento Ciudadano).

Y las malas noticias para PP y PSOE son, precisamente, que la movilización del voto de castigo por parte de los electores defraudados, y del voto "anti-troika", juega a favor de las opciones alternativas al actual sistema bipartidista.

De estos datos no se pueden, por supuesto, efectuar extrapolaciones alegremente, precisamente porque no sabemos, a fecha de hoy, cuál será el modelo de voto al que los electores se ajusten en 2014.

Pero lo que sí que se intuye, cada vez más claramente, es que las distancias de voto entre las cuatro opciones principales (PP, PSOE, IU y UPyD) van a ser muy ajustadas. De hecho, existen probabilidades nada desdeñables de que se produzca un sorpasso de IU a PSOE en las europeas.

Y aquí es donde entraríamos en terreno peligroso para el sistema bipartidista, porque si PP y PSOE no consiguieran copar el primero y segundo puestos en las europeas, la imagen que quedaría en la opinión pública es que el bipartidismo es superable y ha quebrado. Además, un sorpasso de IU a PSOE provocaría una inmediata recomposición de fuerzas en la izquierda, mientras que unos resultados de UPyD o Movimiento Ciudadano (o ambos) muy próximos al obtenido por el PP, acentuarían la crisis de los populares y acelerarían su declive de cara a las próximas elecciones generales.

Aunque ningún responsable político o mediático lo comente abiertamente, lo cierto es que la quiebra (total o parcial) del bipartidismo PP-PSOE está siendo contemplada en los despachos como posibilidad (por el momento, solo como posibilidad) desde hace muchos meses. Y se están trazando planes de contingencia a toda prisa, para anticiparse a esa eventualidad.

En el próximo artículo de la serie hablaremos, precisamente, de las líneas de defensa que se están levantando y de algunas de las operaciones que hay en marcha.

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