Escucha, niñato: los estados los fundan los adultos
El pasado lunes, la Generalidad protagonizó un enfrentamiento con un periodista extranjero por el tema del idioma utilizado en las ruedas de prensa. El periodista, un enviado especial holandés, llegado a Barcelona para cubrir los atentados y que trabaja de corresponsal para América Latina, pidió que se dejara de perder el tiempo y se usara el español en la rueda de prensa, puesto que todos los presentes en la sala lo hablaban.
Así lo cuenta él mismo, en un artículo publicado por El Español: "Las autoridades comenzaron a contar uno por uno la historia en catalán, abrieron el turno de preguntas e invitaron a los periodistas catalanes a preguntar primero. Entonces me levanté, porque era muy fastidioso, y pregunté muy educadamente -o al menos, así lo intenté- si no era más práctico, más conveniente y lógico hacer la rueda de prensa en español para que todo el mundo la entendiera. Estábamos 200 o 300 periodistas de todo el mundo en la sala".
La reacción de los representantes de la Generalidad fue contestar que la costumbre en las ruedas de prensa era esa y que, si él preguntaba en español, le contestarían en español. Ante lo cual, que no respondía a la sugerencia que estaba planteando, el holandés se levantó y se fue. La maleducada reacción del jefe de los Mozos de escuadra fue contestar: "Bueno, pues molt bé, pues adiós".
Observen que lo que el holandés estaba proponiendo era de simple sentido común: todos los presentes entendían el español, mientras que muchos no entendían el catalán. Si tu único objetivo es informar, el sentido común dice que emplees el español como idioma de la rueda de prensa: todos te entenderán, sin necesidad de traducciones. Si te pones a perder tiempo traduciendo entre español y catalán, quiere decir que tienes algún otro objetivo, además de informar. En concreto, quiere decir que ni siquiera con quince muertos encima de la mesa eres capaz de aparcar por unos días tus obsesiones identitarias.
Cuando saltó la noticia de que un periodista había abandonado la rueda de prensa por un rifirrafe sobre el idioma, la reacción de los separatistas en las redes fue dar por supuesto que se trataba de un periodista español y ridiculizar su actitud. La grosera frase del jefe de los Mozos de escuadra, "Bueno, pues molt bé, pues adiós", fue jaleada como un gran logro de la autoafirmación nacionalista. Un multitudinario espasmo de "Para chulos nosotros y para pegarse, nuestro jefe de Mozos", recorrió las redes, en un colectivo ejercicio de onanismo lingüístico.
Pero en seguida trascendió que no se trataba de un periodista español. Quien había manifestado su extrañeza por el comportamiento absurdo y poco práctico de la Generalidad era un periodista extranjero. Holandés, por más señas.
¿Cuál fue la reacción de los separatistas catalanes, al saber que habían quedado retratados fuera de España, al saber que su cerrilismo había traspasado nuestras fronteras? Pues acudir en manda a acosar a través de las redes al periodista holandés.
¡Más de trescientos mensajes ofensivos recibió el pobre enviado especial en solo dos días! Los más suaves le decían que menos mal que se había ido y que no se le ocurriera volver por Cataluña, especialmente después del 1 de octubre, porque no sería bien recibido. Otros, pedían a su medio de comunicación que le despidiera. Los demás mensajes era directamente insultantes.
Me he molestado en hacer una recopilación de los insultos (en español, en catalán y en inglés) que le han dirigido a ese periodista. Entre otras cosas, le llamaban maleducado, cretino, mentiroso, grosero, vendido, cizañero, poco profesional, teatrero, manipulador, irrespetuoso, mal periodista, ridículo, hijo de la gran puta, racista, tonto, mononeuronal, indeseable, tergiversador, ignorante, gilipollas, mediocre, sinvergüenza, indigno, supremacista, idiota, falso, chulo, desinformado, payaso, pringao, bastardo, corto, soberbio, burro, estúpido, bocasucia, aldeano, paleto, miserable, patán, cateto, tocahuevos, desagradecido, despreciable, embustero, arrogante, inculto, tóxico, pepero, hijoputa, interesado, majadero, ridículo, ultraderechista, nieto del Duque de Alba, cavernícola, lerdo, fascista, imbécil, bobo, niñato, inmaduro, provinciano, infantil, torpe, narcisista, personajillo, intoxicador, insensible, xenófobo, vergüenza para la profesión, puto imbécil, cerdo asqueroso, facha, pedazo de mierda, casposo, racista, imperialista o capullo. Ese es el nivel de improperios procedentes de separatistas catalanes que ha tenido que soportar el periodista holandés. Improperios dirigidos, no al aire, sino a su cuenta personal de Twitter, que ha sido bombardeada por los camisas pardas electrónicos del separatismo catalán.
Desde que ocurriera el atentado, el gobierno separatista y sus escuadras han hecho de la propaganda su prioridad fundamental. Como si alguien hubiera dado la consigna, implícita o explícita, de que había que demostrar que "somos un estado". Permítanme los separatistas que les desengañe: no sois un estado.
Lo que un estado serio haría, durante la gestión de un atentado terrorista, es tratar de hacer gala de discreción, seriedad y sentido común. Y no se comportaría como un adolescente malcriado, obsesionado por exhibir su tupé lingüístico y su chupa de cuero identitaria.
Lo que un estado serio haría es educar a sus ciudadanos en el respeto a las libertades y derechos individuales, en vez de convertir el sistema educativo en una fábrica de descerebrados fascistoides y agresivos, dispuestos a echarse en masa como zombis sobre todo aquel que sea declarado enemigo del estado.
Lo que un estado serio haría es ser consciente de que proyectar buena imagen no consiste en exhibir el calzoncillo paquetero cuando un periodista extranjero se te levanta en una rueda de prensa, sino escuchar lo que ese periodista te sugiere y reaccionar con educación y sentido común.
Un estado serio es consciente de que dar buena imagen no consiste en imponer tus señas de identidad toque o no toque, sino, por ejemplo, en no insultar a los periodistas internacionales.
Lo que un estado serio haría, en fin, es no arrojar piedras contra su propio tejado, ni reaccionar como un talibán paranoico ante todo aquel que se atreve a discrepar de la línea oficial marcada.
Lo siento, separatas, Cataluña no es un estado. Y hay que decir que por fortuna para los catalanes, porque solo de pensar en un estado independiente regido por unos dementes como vosotros, es para hacer el petate y emigrar.
No sois un estado porque legalmente no podéis serlo. Lo prohíbe esa Constitución que nos ha dado el más prolongado periodo de paz y libertad de nuestra historia reciente y que fue aprobada en Cataluña con más porcentaje de votos favorables que en Madrid.
Pero, aunque fuera legal que os constituyerais en estado, ¿sabéis por qué nunca vais a llegar a serlo? Pues porque no tenéis lo que hay tener. Los estados los fundan los adultos, no los niños malcriados, maleducados, faltones, agresivos y caprichosos.
Quizá cuando maduréis, cuando demostréis ser dignos de esos catalanes a los que queréis representar, podáis tener una oportunidad. Mientras tanto, mientras no os comportéis como adultos, mientras no aprendáis el significado de palabras como respeto, educación, responsabilidad o mesura…a lo más que podéis aspirar es a seguir haciendo el ridículo. En eso sí que sois verdaderos expertos.