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Si el francés y el alemán están condenados a la extinción, imaginen el catalán

Fíjense Vds. hasta qué punto es el catalán el idioma propio de Cataluña, que hay que imponerlo por la fuerza. Es tan propio, tan propio, que hay que impedir a toda costa que la gente pueda elegir libremente el idioma de enseñanza para sus hijos. Los catalanes lo consideran tan suyo, tan suyo, que los separatistas tienen que recurrir a las prohibiciones y a la coacción para que ningún catalán decida estudiar en castellano.

Lo cual es aún más triste si comparamos la actual situación con la de hace 40 años. Tenía yo 16 cuando salió al mercado aquel mítico disco llamado "Dies y Hores de la Nova Cançó" muy poco después de la muerte de Franco. Fuimos legión los españoles que corrimos a comprar ese vinilo y que nos aprendimos de memoria, en catalán, las canciones de aquella recopilación: "Cap al futbol", de Delfí Abella, "El rey Joan Primer", de Gloria… El catalán, lo catalán, representaban en aquel 1978 un soplo de aire fresco, un aire de libertad.

Cuarenta años después, el mismo Joan Manuel Serrat que cantaba en "Dies y Hores" es abucheado en actos separatistas y el catalán se impone a golpe de multas, de escraches y de boletín oficial. Y cada petición de libertad lingüística de los catalanes es descalificada por los separatistas como un ataque al catalán.

No, queridos. Los únicos que habéis atacado al catalán, que lo habéis herido de muerte, sois vosotros, los separatistas. Porque habéis conseguido hacer del catalán un instrumento de imposición, un arma política de dominio. Habéis transformado su música de libertad en un grito siniestro y antipático. Los enemigos del catalán sois aquellos que habéis logrado que cada vez más catalanes sientan rechazo por una lengua que se les hace tragar como si fuera aceite de ricino.

Y lo más triste, lo más ridículo de los intentos coercitivos de imponer el catalán es su perfecta inutilidad. El mundo es el que es y la globalización es inevitable. Y en ese mundo globalizado en el que Shanghai está a un clic de Ciudad de México, solo sobrevivirán aquellos idiomas que tienen hoy una masa crítica suficiente. Sobrevivirán el chino, y el español, y el inglés, y el árabe, y el hindi y el indonesio… y pocos más. Solo en este siglo, se calcula que desaparecerán unos 2000 de los más de 4000 idiomas todavía existentes en el mundo. Otros idiomas de gran importancia, como el francés o el alemán, tardarán algo más en ingresar en el baúl de los recuerdos, pero tampoco tienen cabida en un futuro que estará dominado por esas pocas lenguas que hoy hablan centenares de millones de personas. Y si el francés o el alemán están condenados a la extinción, imaginen ustedes el catalán.

Con o sin prohibiciones, con o sin coerción, con o sin imposiciones separatistas, el español seguirá siendo esa lengua que tiene hoy 500 millones de hablantes en todo el mundo y que es uno de los futuros idiomas globales, mientras que el catalán irá poco a poco languideciendo, como la casi totalidad de los otros idiomas que aun se hablan.

Pero hay una diferencia entre desaparecer de escena con dignidad y hacerlo con un rictus siniestro. No aceleréis la desaparición del catalán fomentando su rechazo, separatistas. Ni faltéis al respeto al catalán. Porque el idioma catalán no se merece que el último recuerdo que quede de él sea el de las imposiciones, los castigos, las multas y las caras agrias. Dejadnos conservar al menos un recuerdo amable. Dejadnos seguir tarareando sin disgusto esos villancicos en catalán que algunos aprendimos sin que nadie nos obligara y sin tener siquiera familia catalana.

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