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Luis Carlos Moro González

Nace el primer vino sin alcohol

Aunque todavía el consumidor final tiende a compararlo con el vino tradicional, lo cierto es que las connotaciones positivas que representa esta nueva categoría de producto son ilimitadas desde múltiples puntos de vista.

Una de las rémoras que arrastra el mundo vitivinícola es su imagen de sector anquilosado, poco innovador, e incapaz de aclimatarse a los nuevos gustos y exigencias del mercado. Si echamos la vista atrás, lo cierto es que se pueden contar con los dedos de una mano los adelantos o los descubrimientos llevados a cabo por empresas vinícolas en nuestro país, pero afortunadamente, esa tendencia se va eliminando poco a poco.

Hace sólo unos meses, pedir un "vino sin alcohol" en un restaurante, o encontrarlo en el lineal de alguna gran superficie era cuanto menos impensable. Hoy, aunque todavía es demasiado pronto para elaborar un juicio de valor con cierto peso, lo cierto es que la cosa va cambiando.

Es muy posible que el mercado y el cliente final estén a día de hoy poco preparados para aceptar la existencia de un producto como el vino sin alcohol, pero sus connotaciones positivas y sus ventajas son innumerables. Resulta innegable admitir que este tipo de productos suponen una revolución desde el punto de vista enológico fuera de toda duda.

Hasta ahora han sido dos empresas las que han logrado, con un grado aceptable de éxito, elaborar y comercializar el llamado "vino sin alcohol". Por un lado, Bodegas Torres con su Natureo (vino blanco), y por otro, Grupo Matarromera, con un espectro más amplio de productos dentro de su gama EminaSIN (tinto, blanco, rosado, tinto con crianza, y además, en formato botella y en formato lata).

Aunque todavía el consumidor final tiende a compararlo con el vino tradicional, lo cierto es que las connotaciones positivas que representa esta nueva categoría de producto son ilimitadas desde múltiples puntos de vista, a saber:

Desde el prisma de la salud, un producto de estas características incorpora todos los beneficios del vino (sus polifenoles, antocianos, y otras sustancias de gran poder antioxidante y anticancerígeno etc), eliminando el inconveniente que supone su contenido alcohólico. Además, gracias a la avanzada y costosa tecnología necesaria para su elaboración (de no ser así, crear este producto estaría al alcance de más empresas), los llamados "vinos sin alcohol" poseen un mínimo contenido calórico, lo que le convierte en un producto apto para prácticamente todo tipo de públicos.

Desde el punto de vista socioeconómico, productos como EminaSin en sus diferentes referencias son importantes, dado que su éxito en España (y fuera de nuestras fronteras) puede traducirse en la necesidad de tener que plantar más viñas, en lugar de arrancarlas, y en la obligación casi perentoria de las empresas vitivinícolas, de asentar población y empleo en el medio rural.

Cuando la cerveza sin alcohol empezaba a dar sus primeros pasos hace un par de décadas en España, nadie podía esperar que hoy fuera a suponer casi el 13% del consumo total de esta bebida.

Con el "vino sin alcohol" algunos esperamos que ocurra lo mismo. Simplemente necesitamos que el consumidor y el mercado se acostumbren a convivir con una nueva categoría de producto perfectamente complementaria al vino tradicional, pero que supone una revolución total desde el punto de vista tecnológico, socioeconómico y cultural de un país que puede hacer del vino, en este caso sin alcohol, un caballo ganador y un exponente imprescindible de la Innovación y la salud.

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