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Luis del Pino

Los traicionados

Sólo queda una historia patética según la cual un asturiano esquizofrénico, dos camellos, tres confidentes y cuatro macarras de discoteca se juntaron de repente para poner doce bombas en los trenes. No es de extrañar que se sientan traicionados

¡Vaya, vaya, vaya! ¡Resulta que la Brigada de la conspiración no había sido aniquilada! ¡Era otra patraña más! ¡Ahora sale la Fiscalía diciendo que va a recurrir esa sentencia tan maravillosa que se suponía que nos derrotaba a nosotros! ¡Toma castaña!
 
¿Qué ha podido pasar para que, en sólo cinco días, la situación dé un vuelco de 180 grados?
 
Pues que, de nuevo, las lumbreras que deciden, desde despachos enmoquetados, cómo se manipula a la opinión pública han vuelto a calcular mal los efectos de la jugada. Hace tanto tiempo que viajan en coche oficial con los cristales tintados que se han olvidado hasta del color que tienen las aceras. Difícilmente pueden prever cómo van a reaccionar los seres humanos aquéllos para quienes las personas son sólo una fracción de porcentaje en las encuestas.
 
Pensaron que podían engañar a todos, a los de un lado y a los del otro, y encaminar el 11-M a su cierre definitivo. Y, al final, no han conseguido engañar a nadie.
 
Porque, en cuanto hicimos la primera lectura rápida de la sentencia, pudimos detectar por dónde nos la habían clavado a todos.
 
El engaño fundamental estaba en la abismal diferencia entre lo que la sentencia dice y la forma en que se la había querido presentar mediáticamente. Siendo una sentencia que destroza la mitad de la versión oficial, se escogieron cuidadosamente los párrafos de resumen, para presentarla como si fuera una derrota definitiva de la "teoría de la conspiración". Es decir: se presentó conscientemente un resumen engañoso de la sentencia con el fin de conseguir un determinado efecto en la opinión pública.
 
Y ahora, pasados cinco días, queda claro quiénes eran los destinatarios de ese efecto, queda claro a quiénes se quería engañar, queda claro quiénes tenían que pagar el pato del cierre del 11-M. Por un lado, nosotros, los que llevamos tres años denunciando cómo se nos ha mentido a todos. Y por otro lado, todos aquellos sectores de la opinión pública, incluida buena parte de las víctimas, a quienes se estuvo vendiendo durante tres años el rollo de la Guerra de Irak, para ahora dejarles tirados y a los pies de los caballos.
 
Porque con la pantomima de la "derrota de la versión oficial", con la pantomima de la ejecución sumarísima de todos los conspiranoicos durante la lectura de la sentencia, lo que se ha hecho es meterle un gol por toda la escuadra a quienes creyeron de buena fe que la versión oficial era cierta.
 
Mientras aparentaban, con un resumen mentiroso, que nos estaban dando un varapalo definitivo a los conspiranoicos, mientras aparentaban con ese resumen que la versión oficial salía airosa y triunfante, hacían desaparecer, en el texto de la sentencia, a los autores intelectuales y las referencias a la Guerra de Irak.
 
Traicionando así a todos aquéllos a los que durante tres años se les estuvo diciendo que el atentado del 11-M se debía a la política exterior de Aznar. Traicionando a todas aquéllos, incluidas muchas víctimas, cuya rabia se alimentó y se utilizó sin ningún escrúpulo para apuntalar una versión oficial construida a base de mentiras y pruebas falsas. Traicionando así a todos aquéllos a los que, durante tres años, se les ha estado haciendo comulgar con ruedas de molino, para ahora dejarles en la estacada, colándoles, mediante una pantomima perfectamente escenificada, una sentencia que elimina toda referencia tanto a Al Qaida como a Irak.
 
Nosotros no hemos sido los traicionados por este apaño infumable denominado "sentencia del 11-M". Nosotros hemos sido tan sólo la excusa, la víctima propiciatoria, los presuntamente sacrificados en una jugada destinada a traicionar precisamente a aquéllos que más ardientemente defendieron la versión oficial en estos tres años.
 
Pero la jugada les ha salido mal. Y les ha salido mal en las dos direcciones. Porque con la bofetada mediática que nos dieron a nosotros pensaban que podían silenciarnos o achantarnos. Y no se dieron cuenta de que son muchas, muchísimas, las personas que han sentido esa bofetada como si fuera dirigida personalmente a ellos. Porque lo que ellos llaman "conspiranoicos" no son media docena de periodistas y veinte chalados más que reparten folletitos, sino que son muchos los millones de españoles que no están dispuestos a dejar que se tape la masacre. Y que no están dispuestos a aceptar que se eche tierra sin más sobre las investigaciones. Y que han seguido las noticias. Y que han podido ver el juicio. Y que no toleran que a los argumentos se les conteste con otra cosa que no sean argumentos.
 
Y, en el otro lado, son también muchísimos los españoles que creyeron sinceramente en las patrañas que les contaban. Que defendieron a capa y espada pruebas que no se aceptarían ni en Birmania. Que estuvieron dispuestas a pasar por alto las falsedades y perjurios evidentes. Que creyeron a pies juntillas que la inverosímil versión oficial era posible. Y, si estuvieron dispuestos a aceptarlo todo, era simplemente porque tenían claro cuál era el móvil del crimen: la Guerra de Irak, porque eso es lo que les dijeron. Y ahora se les quita ese móvil del crimen, y resulta que de la versión oficial que les vendieron sólo quedan ya los aspectos inverosímiles. Sólo queda una historia patética según la cual un asturiano esquizofrénico, dos camellos, tres confidentes y cuatro macarras de discoteca se juntaron de repente para poner doce bombas en los trenes, sin que se sepa por qué, ni con qué objetivo. No es de extrañar que se sientan traicionados.
 
Y la Fiscalía se ve forzada a reaccionar porque, igual que nos hemos dado cuenta nosotros los sacrificados, también los traicionados se han dado cuenta. Y están pidiendo explicaciones.
 
Bienvenidos al club de los engañados, vosotros que creísteis en la versión oficial. Cada día somos más en este club.
 
Permitidme que reformule para vosotros la pregunta que hacía implícitamente en el artículo del otro día: ¿Qué hay tan siniestro detrás de los atentados del 11-M como para que estén dispuestos a traicionaros incluso a vosotros, con tal de que no se toque a los aparatos del Estado?
 
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