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Luis Hernández Arroyo

Derrumbe total del Estado

¿Es fiable un sujeto que reconoce haberle preguntado a su madre en el lecho de muerte: "Mamá, crees que seré presidente de Gobierno"?

¿Es fiable un sujeto que reconoce haberle preguntado a su madre en el lecho de muerte: "Mamá, crees que seré presidente de Gobierno"? Por supuesto que no: clama contra los instintos morales de cualquiera, instintos en los que por supuesto creo más que en cualquier otro juicio. Y luego, las sorprendentes y "espontáneas" declaraciones del Rey, que no dejan lugar alguno a la ambigüedad interpretativa: Zapatero es un "ser humano honesto". Toma ya.

Lo primero ya no puede sorprender, dada la capacidad del personaje a la auto-admiración sin rebozo. Ya sospeché de él tendencias narcisistas. Lo segundo –sobre todo, sumado a lo primero– es desolador. Van quedándole a Su Majestad cada vez menos argumentos para defender el cargo. O mejor dicho, nos queda a los monárquicos circunstanciales cada vez menos munición defensiva para justificar, no ya a Su Majestad, sino el cargo mismo.

Yo todavía le defiendo: es un cargo que existe en todos los regímenes, el de representante del Estado, sea éste monarquía o república. Lo defiendo por razones a la contra: si no hubiera Rey, sería presidente de la República Felipe González, y su sucesor sería, probablemente, Zapatero. Ese es el riesgo que corremos, y no es tan remoto; o, mejor dicho, cada vez es más cercano, a juzgar por la "desconstrucción" del PP a marchas aceleradas, en el empeño de cometer el error estratégico de creer que le va a quitar votos al PSOE haciéndose socialista/nacionalista.

Y, sin embargo, qué fácil lo tendría el PP, esperando que el tiempo y la crisis económica le dieran la razón. Pero ahí están, sacándose los higadillos unos a otros. Lo peor no es la inmoralidad que reina en esa lucha, pues siempre hay que contar con ella en política. Lo peor es la falta de perspectiva a cuatro años vista, ni siquiera una perspectiva fríamente cínica, que ya sería algo. Están exhibiendo los peores instintos a la vista de todos; están vejando a los mejores hombres y mujeres del partido con la anuencia tontorrona de Rajoy, al que parece no importarle nada que se hagan con los mandos los más mediocres.

Esto es dejar el camino libre al "ser humano honesto". Tan honesto como creía serlo, por ejemplo, don Manuel Azaña. En suma, el Estado, acosado por dentro y por fuera, se derrumba.

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