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Luis Hernández Arroyo

Sobre un libro de Pío Moa

Como antifranquista de juventud, prefiero pensar lo contrario; prefiero pensar que lo que nos robaron en aquellos años fue porque el enemigo era poderoso.

No dejan de ser sorprendente las virulentas reacciones que provocan los libros de Moa. La penúltima, de César Alonso de los Ríos, sorprende no sólo por su habitual posición de ideas, y porque muestra haber leído el libro por encima, sino porque parece desconocer la existencia de una alternativa historiográfica que desde hace años defiende, con mucho fundamento y numerosas pruebas documentales, unas tesis muy similares a las de Moa. En otras palabras, una prueba más de la contundente eficacia de la corriente historiográfica dominante. Debemos reconocer que dicha corriente juega con todos los elementos a favor, y que la de Moa no es que sea minoritaria, es que es descalificada antes de pronunciarse. Afortunadamente, el historiador tiene un coraje a toda prueba.

El libro me cayó en las manos poco después de leer el "Franco" de Luis Suárez Fernández, que debe tener ya unos cuarenta años. No creo que haya muchas diferencias de posición entre ambos; además, se podrían citar otros trabajos que, con matices distintos, hacen una valoración ecuánime del atípico régimen franquista. ¿He dicho ecuánime? Mucho más ecuánime, sin duda, que la paranoica y tendenciosa historia que quieren imponer desde los centros de opinión dominantes. Es ésta una historia en la que el zafio y bobo Franco es el compendio de todos los males y todas las bajezas; nulo militar, zafio político, impotente... casi casi, reúne en su figura tantos vicios como bondades tiene Dios en su infinitud. Tiene razón Moa: es una actitud hipermasoquista de los antifranquistas la que pretende que lucharon cuarenta años contra un taimado estúpido que no lograron derribar. A este respecto, es clarificadora una de sus observaciones: la lectura del "Franco" de Preston, si se omiten los insultos y descalificaciones, ofrece una visión particularmente favorable.

Como antifranquista de juventud, prefiero pensar lo contrario; prefiero pensar que lo que nos robaron en aquellos años fue porque el enemigo era poderoso. Además, ahora está cada vez más claro que fue el mal menor: gracias a Moa et al., sabemos que si los monárquicos, aliados a Indalecio Prieto y demás responsables de la guerra civil, hubieran convencido a las potencias vencedoras de derribar a Franco –como quería Stalin–, España se hubiera convertido en satélite de la URSS. Claro, que conozco a muchos que no les hubiera disgustado...

Para mí, la prueba de Franco era inteligente y tenía una visión estratégica de más largo alcance que sus enemigos, es que consiguió convencer a Estados Unidos, su enemigo de la primera hora, de que su atípico régimen era el mejor aliado de occidente. Pasó por momentos duros, se enfrentó a poderosos grupos de presión, pero lo logró porque tenía objetivos claros. Desplegó una política exterior nada estúpida y eligió para ello unos representantes cualificados que se partieron el alma por España. Jordana, Lequerica, el duque de Alba, Castiella, fueron piezas que desplegó o sustituyó según las circunstancias lo exigieran, y es notorio que, cuando nuestro prestigio estaba por los suelos y la oposición exiliada pugnaba por nuestro aislamiento, España tuvo una política exterior brillante que consiguió sus objetivos plenamente.

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