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Luis Hernández Arroyo

Zapatero ante la crisis

En estos momentos de desconfianza, y de posible debilitamiento económico intenso y duradero, ¿qué puede hacer Zapatero, aparte de simular que hace algo?

Zapatero se apresta a formar Gobierno e, inmediatamente, ofrecer una batería de medidas par afrentar la crisis, la cual parece existir, al fin y al cabo. La excusa para no reconocerla antes de las elecciones y ahora sí, tras haberlas ganado, es que en Estados Unidos las cosas se están poniendo crudas, y en ese caso sí que hay que temer que la crisis nos salpique.

Todo esto es bastante falso, naturalmente, pues el problema al que se enfrenta España es bastante particular: los excesos del ladrillo y del crédito hipotecario en España es de origen interno. Es verdad que los activos bancos españoles no están muy cargados por los títulos financieros que han originado la crisis, pero en España hay muchos créditos concedidos que por más que no se reconozcan como problemáticos son en realidad tan subprime o más que los así denominados en Estados Unidos.

En estos momentos de desconfianza, y de posible debilitamiento económico intenso y duradero, ¿qué puede hacer Zapatero, aparte de simular que hace algo? Lo único que tiene en sus manos es la política fiscal, concretamente, el gasto. Y dada la simplona ideología del personaje, podemos echarnos a temblar, porque en la perspectiva de repliegue de todas las rentas, entre las primeras en caer estarán las del Estado. Por lo tanto, al déficit cíclico, o natural, debido a la caída económica y en todo caso inevitable, se le va a sumar la demagogia de gatillo fácil de este Gobierno, que en su anterior legislatura, en la que debería haber contenido el gasto para obtener un ahorro adicional previendo los malos tiempos, hizo lo contrario. Zapatero y los suyos dejaron crecer el gasto por encima del PIB, gasto que en gran parte es consolidado y no se puede retraer fácilmente una vez los electores se han "apropiado" de él (Solbes ha jugado el papel de gran "consentidor" en esto).

Añadamos las consecuencias de lo que fiscalmente está en juego con el estatuto catalán y se llega a la triste conclusión que además de romperse un poco más España, la deuda pública de lo que los nacionalistas llaman "Estado español" –es decir, lo que no sea ellos– va a crecer unos cuantos miles (de millones), así como en porcentaje de PIB. Porque en el fondo ese es el juego: que paguen y se endeuden ellos. Ni que decir tiene que la mayor demanda de financiación del sector público, en el contexto de escasez financiera en el que nos movemos, implica restricciones financieras adicionales para el sector privado: en otras palabras, que su efecto expansivo sería limitado y a costa de la oferta privada.

Esto son conjeturas, podría decirse. Pues sí, son conjeturas sobre el escaso arsenal de que dispone el Gobierno, pues lo que no puede es bajar los tipos de interés y depreciar la peseta, que es lo que realmente necesita España como agua de mayo. España va a sufrir una contracción de la demanda interna, mientras sufre un déficit exterior de aproximadamente el 10% de PIB, así que necesita una depreciación de la peseta para encarecer el consumo de bienes exteriores (es totalmente absurdo el lujo de los coches que se ven en las calles de cualquier rincón de España) y corregir ese excesivo déficit; necesita aliviar y desactivar el parón crediticio y de demanda que se avecina por la inevitable caída de los activos hipotecarios de la banca. Pero claro, esto sí que es conjeturar, pues estamos en el euro, a las duras y a las maduras.

Cuando Aznar nos metió en el euro, no tenía más remedio que hacerlo por razones geopolíticas. Pero es hora de mirar para atrás y ver las consecuencias económicas. Las consecuencias pueden verse comparándonos con el Reino Unido, que se quedó fuera. En la pérfida Albión ha estallado una crisis inmobiliaria parecida a la nuestra, pero los tipos de interés han bajado –aunque muy tímidamente– y la libra se ha depreciado ante el creciente déficit. Pero es que se trata de la pérfida Albión, un país respetado, al que no le supuso ningún contratiempo no entrar en el euro, todo lo contrario. La libra se ha apreciado cuando la economía británica iba como un tiro, subían los tipos, y entraban capitales, y ahora se deprecia. Nosotros no podemos hacer ni una cosa ni la otra, de ahí que nuestros excesos y su corrección sean más intensos y costosos en términos de PIB, empleo y bienestar.

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