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Luis Herrero Goldáraz

Se ha reescrito un crimen

Igual lo que sucede es que el partido decano de la política española es también el más cobarde.

Igual lo que sucede es que el partido decano de la política española es también el más cobarde.
Cristina Narbona, Pedro Sánchez y Tania lastra, en una imagen de archivo. | EFE

Últimamente me ha dado por parafrasear en voz baja aquello que le dijo Cayetana a Carmena hace algunos años por culpa de un rey mago mal disfrazado. La diferencia es que yo a quien me dirijo es a Sánchez, así estamos, y lo que no le podré perdonar jamás es que me haya destrozado todos los espectáculos de ilusionismo a los que podría haber asistido en algún futuro incierto. La cosa está así de chunga. Después de ver que sólo hace falta hablar muy serio para convencer al público de que la realidad no es como es, sino como tú la pintas, no creo que ningún mago pueda volver a sorprenderme nunca más.

Es algo que me tiene desquiciado. Las noticias deprimentes de cada semana se suceden delante de mis ojos y yo no puedo más que volver la vista atrás y preguntarme cosas. Por ejemplo: ¿está bien sostener que el pueblo ha legitimado a un Gobierno que se formó desoyendo todas y cada una de las promesas electorales que utilizó el PSOE para ganar las elecciones? Porque yo no paro de escucharlo: “El rey ha maniobrado en contra de un Gobierno elegido democráticamente”, dicen de repente los ministros de Podemos, como si la voluntad de la gente que “no podría dormir teniéndoles a ellos en Moncloa” se redujese únicamente a la papeleta que metieron en la urna y no al discurso que se suponía iba ligado a ella. Leyendo a Iglesias y a Garzón cargar contra Felipe VI, lo que me salía era mirar hacia los lados, por comprobar si a alguno más le seguía sorprendiendo igual que a mí que esos dos fueran ministros. Pero tampoco. Después ya entré en harina y comprobé en las redes lo que ya sabía, en realidad: a la gente le perturba que el cargo de Jefe del Estado sea hereditario, como es lógico, pero no tanto que los miembros del Ejecutivo dependan únicamente de las mentiras que mejor calen entre el electorado cada cuatro años.

Así las cosas, al final Podemos no sólo tiene sus carteras sino que además trabaja denodadamente por conseguir que los Presupuestos Generales del Estado sean aprobados con el apoyo de aquellos grupos independentistas con los que, “si quiere se lo repito una vez más”, Sánchez no iba a pactar nunca. Recuerdo que durante la investidura me pregunté quién había asesinado a la socialdemocracia en España. Ahora, con cierta perspectiva, me doy cuenta de que ese crimen, tantas veces reescrito, partió de la entrañable confusión del presidente. El pobre debe de seguir creyendo que los más de seis millones de votantes que le auparon al poder eran todos militantes del partido. Así se justificó cuando escuchó en Ferraz aquello de “¡Con Rivera no!” y dedujo que el pueblo “había escogido indudablemente un Gobierno progresista”. De todas formas, no deja de resultar curioso que le dé tanta importancia a unos eslóganes y tan poca a otros discursos. Al fin y al cabo, militante socialista también es Trimiño cuando critica el blanqueo a Bildu, por ejemplo, por más que luego aparezcan sus mayores a tornar su valentía en bisoñez. Quién sabe. Bien mirado, tal vez esa sea la clave de todo. Igual lo que sucede es que el partido decano de la política española es también el más cobarde.

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