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Luis Herrero

Camino a las elecciones

La única forma de que eche a andar la legislatura es con la abstención de los independentistas o la de Cs o PP. Las dos nos llevan a un callejón sin salida.

La única forma de que eche a andar la legislatura es con la abstención de los independentistas o la de Cs o PP. Las dos nos llevan a un callejón sin salida.
La vicesecretaria socialista, Adriana Lastra y el diputado de ERC, Gabriel Rufián. | EFE

A riesgo de convertirme en el articulista más denostado de la semana me declaro partidario de la repetición electoral. Ya sé que estamos hasta el gorro de la incapacidad de los políticos para sacar al país del pantano en el que lleva varado más de un lustro y que hemos entrado en un bucle que provoca un inevitable hartazgo social. Pero solo hay dos maneras viables de evitar la convocatoria de las urnas y las dos me parecen poco recomendables. Tal y como están las cosas —con UPN más cerca del no que de la abstención por culpa de la ambición del PSN, que ha le dado la alcaldía de Pamplona a la derecha para poder argumentar que no hay pacto con Bildu y reclamar a continuación la presidencia del Gobierno foral—, la única forma de que eche a andar la legislatura es con la abstención de los independentistas o la de alguno de los partidos del centro derecha. Las dos nos llevan a un callejón sin salida.

Para evitar que Sánchez dependa de los costaleros del procés hay quien pide la abstención de Ciudadanos o PP. ¿Pero se han parado a pensar esas personas en lo que pasaría a partir de entonces? Si el PSOE hace causa común con Podemos (y en caso contrario no bastaría con que Rivera o Casado se abstuvieran, alguno de ellos tendría que votar a favor), el PSOE sólo podría contar con 173 votos para sacar adelante las votaciones importantes. ¿Cómo podría aprobar los Presupuestos Generales del Estado? Si los hace a la medida de lo que pide Pablo Iglesias, ¿les pediremos también a PP, Ciudadanos y Vox que se abstengan y se conviertan en cómplices activos de una política económica que sube los impuestos y dispara el gasto público?

Conviene tener claro, a la hora de hacer cuentas, que cuando la sentencia del Supremo contra los políticos presos sea firme, cosa que sucederá entre noviembre y enero, los diputados suspendidos perderán su escaño. Las penas por delitos de rebelión o sedición —ambas— llevan aparejadas su inhabilitación absoluta para ejercer cargos públicos. La consecuencia inmediata es que correrá la lista de Junts per Catalunya (y la de ERC si Junqueras no alcanza la plena condición de eurodiputado) y los cómputos de las mayorías volverán a ser los que siempre han sido. Un empate a 173 no basta para sacar adelante la investidura —hacen falta más síes que noes— pero sí para aprobar los Presupuestos si el empate se mantiene después de la tercera votación.

El problema es que una vez que en el Congreso vuelva a haber 350 señorías con derecho a voto, el equilibrio a 173 mutará a una ecuación 173-177 desfavorable a los intereses del Gobierno. ¿Y qué haremos para revertirla? ¿Colmaremos a Canarias de inversiones multimillonarias para que Ana Oramas se desdiga de su veto al maridaje del PSOE con Podemos? Y aunque lo intentáramos, ¿podríamos comprar sus dos votos después de haber desposeído a Coalición Canaria de casi todo el poder territorial que tenía? Para entonces, para más inri, UPN ya no será un salvavidas para Sánchez porque, a cambio de salvaguardar la complicidad del PNV, el presidente del Gobierno habrá permitido que María Chivite le arrebate el Gobierno foral a Navarra Suma con la abstención de Bildu.

Lo que pretendo decir es que una vez que arranque la legislatura, el Gobierno será rehén de los independentistas por cualquiera de las dos vías que pueden evitar la repetición electoral: o bien porque la investidura se logre con la abstención de ERC —algo que Rufián no descartó que sucediera tras su entrevista del jueves con Adriana Lastra— o bien porque se logre con la de PP o Ciudadanos. Si el acuerdo del PSOE con cualquiera de esos dos partidos no va más lejos y se adentra en el territorio de los pactos programáticos —lo que provocaría la estampida inmediata de Podemos del llamado Gobierno de cooperación—, lo único que lograría el gesto abstencionista de la derecha sería darle a Frankenstein el elixir de la resurrección.

Mientras no se den las condiciones para que pueda haber un acuerdo de Gobierno entre PSOE y Ciudadanos —y hoy por hoy todavía no se dan— el mal menor, a mi juicio, es darle la oportunidad a las urnas para que corrija la aritmética parlamentaria. Por duro que parezca, prefiero un PSOE más fuerte que no dependa de Junqueras que cuatro años más de más lo mismo.

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