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Luis Herrero

La riña que no fue

Sánchez y Redondo, su jefe de gabinete, están a tortas, según Voz Pópuli. El presidente se ha encerrado en su despacho y Redondo amaga con dimitir.

Sánchez y Redondo, su jefe de gabinete, están a tortas, según Voz Pópuli. El presidente se ha encerrado en su despacho y Redondo amaga con dimitir.
Pedro Sánchez e Iván Redondo saliendo del Congreso de los Diputados. | EFE

Nada me ha interesado más, de lo que he leído este domingo en la prensa, que la información de Voz Pópuli sobre un presunto enfrentamiento entre Pedro Sánchez e Iván Redondo. Déjenme decir de rondón que aunque también he leído con sumo detenimiento la entrevista a Pablo Casado en las páginas de El Mundo, sus declaraciones no han conseguido interesarme nada. Hay poco de sugestivo en su discurso, cada vez más instalado en la idea de que la alternancia política acabará cayendo del árbol como una fruta madura, y que mientras tanto no nos queda otra que confiar en la capacidad de resistencia del PP, llamado a convertirse en lugar de encuentro de los socialdemócratas huidos del sanchismo y de los conservadores afincados en Vox.

A mi me parece que Casado funda sus previsiones en el deseo de que se cumplan, pero no hace nada para que lleguen a hacerse realidad. Salta a la vista que la capacidad de su partido para organizar la resistencia es manifiestamente mejorable. Nada impide que el Estado sea cada día un poco más débil. En cuanto a su capacidad de convocatoria para aglutinar a socialdemócratas y conservadores implicados en la defensa del Régimen constitucional, que me explique por favor en qué basa su optimismo. Los hígados de las ocas no visualizan el hundimiento del PSOE y la musculatura demoscópica de Abascal sigue fortaleciéndose encuesta tras encuesta. Me parece que Casado corre el riego de convertirse en un hombre invisible. No hay nada peor para un político que aspira a ser presidente del Gobierno.

Lo que cuenta Voz Pópuli es que Sánchez y Redondo, su jefe de gabinete, están a tortas. El primero ha impuesto la línea dura, con independentistas y comunistas subidos a la caravana gubernamental, y el segundo aboga por poner rumbo a la moderación centrista. En la información hay varios detalles morbosos e interesantes. Sobre todo, dos. Que el presidente se ha encerrado en su despacho, poseído por un acceso de fiebre dictatorial, y que Iván Redondo, en vista del panorama, ha amagado un par de veces con dimitir de su cargo. Al leerlo me ha dado un subidón. Es un dato bien conocido que algunos sectores del PSOE —un puñado de viejas glorias, algunos ministros y dos barones y medio de la estructura territorial— han tratado sin ningún éxito de convencer a Sánchez para que se aleje de las amistades peligrosas y busque la compañía de gente sensata, pero hasta ahora no había ningún indicio que nos permitiera pensar que esa presión estuviera siendo ejercida por el gran chamán de la estrategia monclovita.

Inmediatamente he movilizado a mis espías paraguayos para que olfatearan ese rastro informativo y me dijeran si era de fiar. La respuesta ha sido contundente: “no hay nada de nada”. “La intoxicación puede venir por el lado podemita. A Iglesias le interesa vender la idea de que no va a haber cambio de ritmo en la política de acercamiento a los socios independentistas después de la aprobación de los Presupuestos y la mejor manera de conseguirlo es pintar a Sánchez como un firme partidario de prolongar la vida de Frankenstein”. “Redondo sabe que han hecho una apuesta que no admite marcha atrás”. 

Mi gozo, en un pozo. La única esperanza es que el empeño podemita por trasmitir la idea de que Sánchez está a muerte con sus compañeros de viaje sea una burda añagaza para enmascarar una realidad distinta. Hay quien dice —y no son pocos— que a partir de ahora el propósito del presidente del Gobierno es propiciar el giro al centro que los inspiradores del artículo de Voz Pópuli le atribuyen a Iván Redondo. Si fuera cierto no solo no habría grieta entre Sánchez y su gurú, sino que ambos cabalgarían juntos hacia las praderas de la moderación. Yo, por desgracia, no me lo trago. ¿Tan tontos son Iglesias, Junqueras y Otegui que se han dejado engañar por un vendedor de alfombras? Si ERC no acude a las elecciones catalanas con algún logro tangible que ofrecer a su electorado, el castigo de las urnas, por botifler y pardillo, será de aúpa. Aragonés lleva pidiendo dos días una amnistía urgente para los presos del 1-O. ¿Se arriesgará a presentarse en las urnas con las manos vacías? ¿Pondrá Iglesias cara de póker cuando vaya a interceder por los socios que han hecho posible la aprobación presupuestaria y Sánchez le de con la puerta en las narices? No puede ser. Y, además, es imposible

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