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Maite Nolla

La política no es física cuántica

Otra muestra de lo que no debería ser la política es que una se afilie a principios de año y que la burocracia pepera tenga la solicitud atascada en un cajón de Ikea.

Si un político dedica su tiempo y nuestro dinero a formular propuestas sobre una modificación en profundidad de la Declaración de los Derechos humanos o a destacar la importancia de la creación de la “Euro-región mediterránea”, es más que posible que no sepa lo que vale un pack de Actimel. Prueba de ello fue la elaboración del nuevo Estatuto de Cataluña. En el de 1979 se decía que “los ciudadanos de Cataluña son titulares de los derechos y deberes fundamentales que establece la Constitución”. En cambio, el nuevo dedica un montón de artículos a la declaración de derechos como el del disfrute del paisaje o, como siempre recuerda Francesc de Carreras, a establecer tres categorías distintas de sujetos de derechos, que son las personas, las mujeres y las personas de edad avanzada. ¡Ea!

La política es sencilla y consiste en no inventarse problemas y solucionar los de verdad. Todo lo contrario de lo que hace el Milli Vanilli de la política, que es Rodríguez Zapatero (un abrazo para Iñaki). No tiene ni idea de economía y es más que posible que no le preocupe lo más mínimo. En cambio, utiliza grandes “palabros” y nos vacila con el Ministerio de la Igualdad, aunque eso no signifique nada.

Por eso, estaría bien que el PP no caiga en el mismo error, o que no utilice la misma treta. Pido perdón de antemano por no ser centrista, pero creo que el acercamiento moderado a los partidos nacionalistas tiene algo de nada por aquí y menos aún por allá. Teniendo en cuenta el éxito de la campaña del PSC y del compañero Zaragoza, ¿qué pasará si las versiones actualizadas del Tinell y del Tinell Notarial son peores que las originales? ¿Es compatible un ideario tímidamente liberal con llevar flores a la tumba de Guifré el Pilós, como hizo CIU en las elecciones de 2006, en lo que se conoció como el Tinell Medieval?

Otra muestra de lo que no debería ser la política es que una se afilie a principios de año y que la burocracia pepera tenga la solicitud atascada en un cajón de Ikea. Encima que hice una rueda de prensa y todo; que tuve que aguantar que en El Mundo de Cataluña se cachondearan de mi atuendo, ¡de una chaqueta monísima! (Por cierto, bonita, que sepas que como gracia estuvo bien, pero de moda no tienes ni idea.) Es un mensaje.

Porque la política es sencilla, he firmado el manifiesto en defensa de la Constitución –porque es en defensa de la Constitución– y me ha sorprendido gratamente que el PP no haya hecho cálculos y lo haya firmado sin más. Quienes podrían firmarlo también son dos ejemplos de políticos sencillos, como José Montilla y Celestino Corbacho. ¿Cuál es su política lingüística? Pues aunque parezca mentira, la de la libertad, al menos la propia. Ambos llevan más de treinta años en Cataluña, han sido alcaldes de dos de las ciudades más importantes de por aquí, presidentes de la Diputación de Barcelona; uno presidente de la Generalitat y otro ministro, y en todo ese tiempo no les ha dado la gana de aprender el catalán decentemente. Gente sin complejos.

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