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Maite Nolla

Mi tía está preocupadísima

¿Por qué sólo se habla de lo que unos y otras van a recibir de más y no de los estrictísimos controles que van a soportar a cambio? ¿Se va a crear un fondo de corrección por el despilfarro acreditado?

La primera vez que yo hice campaña política por algo, o mejor dicho, en contra de algo, fue en el verano de 2006 cuando se convocó el referéndum sobre el nuevo Estatuto de autonomía de Cataluña. En compañía de otras personas de lo que entonces ni siquiera era un partido político, conocí Granollers, Manresa, Sabadell, Castelldefels y varios barrios de Barcelona. El caso es que a la mayoría de los que nos juntamos en ese momento y por esa causa, la política nos ha costado dinero, pero eso se lo contaré en otra ocasión.

Como les decía, pedimos el voto en contra del asunto al que habíamos sido llamados por un motivo muy concreto: el nuevo Estatuto era innecesario. Luego, se añadían otras consideraciones, como su flagrante inconstitucionalidad o incluso su pésima redacción, pero la cuestión principal es que Cataluña ya disponía de una norma que cumplía estupendamente las funciones que le encomienda la Constitución, incluso desde el punto de vista del nacionalismo o del independentismo. Es más, aunque parezca otra cosa, la política lingüística o la diplomacia paralela no se ponen en marcha a raíz del nuevo estatuto, sino por el rodillo nacionalista, que trabaja, normalmente, al margen de la legalidad. Por no hablar de los políticos que nos embocaron el artilugio -como el maíz a los patos para el foie– que estaban fuera de la realidad como Maragall, o son personajes de tercera, como el resto de implicados.

Luego PP y PSOE han reformado los Estatutos de casi todas las demás autonomías, siendo dichas reformas, igualmente, innecesarias. Como dice Carlos Herrera a propósito del Estatuto de Andalucía, la gente en la cola del súper sólo habla de la reforma estatutaria. Frente al ridículo del referéndum andaluz, algunas pedimos el "No" para aquello también.

A día de hoy, sobre el nuevo modelo de financiación autonómica yo objeto, con "migo misma" que diría alguna famosa, que es una reforma inoportuna e innecesaria. El debate ficticio del nacionalismo catalán se traslada al resto de España: los políticos crean un problema que no existe y luego lo solucionan.

Pero bueno, pongamos que no toca otra, que la financiación autonómica es algo inaplazable y que pasa por delante de todos los demás asuntos de lo que queda de España, en esta época de bonanza económica; ¿por qué sólo se habla de lo que unos y otras van a recibir de más y no de los estrictísimos controles que van a soportar a cambio? ¿Se va a crear un fondo de corrección por el despilfarro acreditado? Pongamos, es un suponer, que una autonomía, llamémosle "equis", destina millones de euros a mítines independentistas presuntamente deportivos. O que crea una red de embajadas y embajadillas por todo el globo. O que beneficia a los periódicos dirigidos por sus hermanos con suculentas subvenciones. O que contrata amiguetes del partido para hacer el trabajo de los funcionarios, digamos que externalizando los servicios. ¿Y bien?

Ya sé que les dije que no me iba a meter más con el PP, pero Rajoy o alguno de sus múltiples secretarios, vicealgos o adjuntos a los anteriores, podían haberse reunido, yo que sé, antes del puente de la Inmaculada, y haber fijado una posición común. Por un lado, el pobre señor Montoro con lo más parecido a un discurso serio y coherente; por otro, los presidentes y presidentas favorecidos. En una esquina, los perjudicados y libre como el viento, Alicia Sánchez-Camacho, que por ser Navidad, aceptamos su discurso como posición política.

Cierto es que el PP aun no ha cruzado la línea de los líderes socialistas catalanes, que siendo en su mayoría de origen andaluz y extremeño –Montilla, Chacón o Corbacho– llaman a Andalucía y a Extremadura "regiones pobres", pero todo es ponerse.

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