Menú
Manuel Ayau

Globalizando confusiones

Lo peor es que esos tutores, como hablan mucho de lo social, se consideran moralmente superiores, mientras reprueban a los demás, quienes con egoísmo se ocupan de cómo alimentar, vestir, albergar y educar a sus hijos.

Me parece que la confusión ya se globalizó. Globalizar, ese moderno verbo, se interpreta de muchas maneras curiosas y ridículas. En esencia, globalizar quiere decir que a usted se le reconoce su libertad de hacer sus compras en el país del globo que más le conviene y de vender en el país del globo que mejor le pague, sin trabas, impuestos ni otros inconvenientes que los gobiernos inventan.

Es increíble que en este siglo todavía se preste atención a quienes se oponen a que la gente pueda comprar y vender pacíficamente sus cosas, respetando los derechos de los demás. Lo que pasa es que estamos llenos de encumbrados y sofisticados funcionarios criollos y foráneos muy confundidos. Quizás han estudiado demasiado y, como ya no les cupo tanto, su cerebro rebosó y expulsó al sentido común.

¿Se acuerdan de la canción "Maria Cristina me quiere gobernar"? Efectivamente, siempre hay tutores que quieren manejar y gobernar la vida de los demás y controlar a quien le vende sus cosas y a quien le compra las suyas. Esos tutores que nos quieren manejar piensan que todos somos tontos que necesitamos su tutela y logran que se pasen leyes redundantes para perfeccionar el mundo. Y lo peor es que viven de eso, aprovechando que sus víctimas –es decir, todos los demás– nos sentimos impotentes, pues tendríamos que organizarnos para poder defendernos. Pero como estamos ocupados con problemas más urgentes, resultamos presa fácil de sus designios.

Lo peor es que esos tutores, como hablan mucho de lo social, se consideran moralmente superiores, mientras reprueban a los demás, quienes con egoísmo se ocupan de cómo alimentar, vestir, albergar y educar a sus hijos. De paso, los tutores usan nombres rimbombantes como globalizar para impresionar a los de a pie. Hasta miembros del clero hablan tonteras sobre globalización, olvidando que Dios hizo un solo globo y que, por consejo de Satanás, los gobiernos a punta de pistolas han puesto barreras y fronteras artificiales, por lo que globalizar no es otra cosa que retornar al diseño del Señor.

Ahora que los gobiernos en su infinita sabiduría y ejemplo de probidad se ocupan de educar a la juventud a su imagen, enseñan a los chicos que nuestros derechos se los debemos al gobierno. Aquello que se decía antes, de que los seres humanos tienen derechos que le son inherentes, naturales al ser humano, es cosa del pasado. Hoy se enseña que si los diputados o el Ejecutivo dictaminan que no tenemos derecho a vender y comprar donde más nos conviene en el globo, simplemente no lo tenemos, salvo que paguemos un impuesto del que salen sus sueldos.

Vivimos en un país donde si usted importa un disco de Pavarotti tiene que pagar un impuesto destinado a algunos músicos que no tienen relación alguna ni con usted ni con Pavarotti, sólo porque viven aquí. Si importa un libro para ilustrarse, tiene que pagar otro impuesto y si no lo paga habrá cometido un acto antisocial, según las agencias internacionales que también han perdido los sesos por el hoyo que quedó cuando se les escapó el sentido común.

Hace 160 años Frederic Bastiat dijo: "Todo ciudadano que ha producido o adquirido un producto debería tener la opción de destinarlo a su propio uso o de transferirlo a cualquiera que, en la faz de la tierra, esté dispuesto a darle a cambio el objeto de sus deseos. Privarlo de esa opción cuando no ha cometido acto alguno contrario al orden público y a la moral, y sólo para satisfacer la conveniencia de otro ciudadano, es legitimizar un acto de saqueo y violar la ley de la justicia".

En Libre Mercado

    0
    comentarios