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Manuel Ayau

Reduciendo la pobreza

A algunos les cuesta comprender que la riqueza en el mercado se logra solamente enriqueciendo a los demás porque creen que el pastel necesariamente tiene un tamaño fijo, por lo que le toca a uno es lo que no va a disfrutar otro

Bill Gates es el hombre más rico del mundo; enriqueció más a la humanidad que cualquier otra persona viva hoy. Me imagino que no fue eso lo que lo motivó a innovar la informática que tanto ha ayudado a elevar el nivel de vida en todo el globo. Pero nadie, sin hacer el ridículo, mantendría que se hizo rico porque otros se empobrecieron. Sucedió al revés: Gates se hizo rico porque enriqueció a los demás.

Con sus iniciativas contribuyó a que todos rindiéramos más con menor esfuerzo, a liberar energía y talento, a aumentar la productividad de la industria, la agricultura, el comercio, el transporte, la prensa y los servicios en forma exponencial. Los ingresos de todos los habitantes del mundo son hoy mayores gracias a ello y esa es la forma de abolir la pobreza. Sus multimillonarios actos caritativos a través de la Fundación Bill y Melinda Gates comenzaron cuando ya la diferencia entre su riqueza y la de los pobres del mundo era la más grande.

Es absurdo objetar las diferencias de riqueza que se producen enriqueciendo a los demás. Ya está comprobado que los intentos por parte de los gobiernos de disminuir las diferencias de riqueza bien habidas, redistribuyéndola con impuestos progresivos a los ingresos, necesariamente aumentan la pobreza. Por eso, el mayor obstáculo a la abolición de la pobreza es el repudio a las desigualdades de riqueza reflejadas por las declaraciones del Banco Mundial, del Fondo Monetario, los llamados Gobiernos Amigos, de muchos miembros del Clero Católico, de las ONG y de fundaciones extranjeras que profesan querer abolir la pobreza en nuestro país.

Contrario a las buenas intenciones de quienes comparten esa actitud, sus iniciativas contribuyen a que perdure la pobreza que tanto lamentan, pero parece casi imposible que ese repudio visceral a las desigualdades de riqueza permita la ponderada y seria discusión del tema y del efecto empobrecedor de intentar “corregir” las desigualdades.

Disminuir las diferencias de riquezas bien habidas y eliminar la pobreza son metas incompatibles porque, como el caso de Gates ilustra, en un mercado libre solamente se puede hacer fortuna enriqueciendo a los demás, aunque el motivo sea ganar dinero. El interés personal es el incentivo y motor de toda acción enriquecedora. Quienes se burlan de lo que llaman “derrame de riqueza en cascada” no entienden el significado de esa frase. Creen que se quiso decir que “el derrame” consiste en el gasto de los ricos empleando o comprando cosas a los pobres. No, es que sin ricos no hay inversión, sin inversión no hay empleo ni ingresos fiscales y sin inversión los pobres se quedarán en sus ranchos hasta cuando alguien, motivado por el lucro, funde una empresa y les ofrezca empleos que mejoren sus ingresos.

A algunos les cuesta comprender que la riqueza en el mercado se logra solamente enriqueciendo a los demás porque creen que el pastel necesariamente tiene un tamaño fijo, por lo que le toca a uno es lo que no va a disfrutar otro. Felizmente, el pastel crece por el afán de hacerse rico.

Admito que algunas fortunas se han hecho empobreciendo a otros, usando el poder coercitivo del estado para disfrutar de privilegios mercantilistas que causan transferencias de riqueza regresiva de pobres a ricos. Pero nótese que ello no es producto del mercado libre sino de precisamente de lo contrario, de la ausencia del libre mercado, pues los privilegios (monopolios u oligopolios) consisten en despojar de libertad a unos por ley, para favorecer a otros; son producto de la ley y no del mercado; son producto de mal o bien intencionados compadrazgos mercantilistas, de la ausencia de un campo nivelado.

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