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Manuel Ayau

Odio al mercado

Como todos intentan acrecentar su propio patrimonio a través del intercambio, la competencia nos beneficia porque todos se esmeran en satisfacer a los demás.

Siendo el mercado el conjunto de transacciones voluntarias que ocurren diariamente en todos los ámbitos de la acción humana, sea con los alimentos, bienes raíces, automóviles, productos agrícolas, valores, servicios profesionales, etc., no es fácil entender el gran antagonismo que provoca entre quienes sostienen que la vigencia de los derechos humanos (la justicia) es la máxima aspiración social. Parece ser un problema psicológico; la lógica estorba porque las posiciones son vagas, contradictorias, inconsistentes, dogmáticas y los argumentos van dirigidos contra las personas y  no contra sus argumentos.

¿Acaso quienes se oponen al mercado no creen que los humanos debemos tener el derecho a disfrutar lo que hemos adquirido legítimamente con nuestro trabajo, ingenio o intercambio pacífico y la colaboración? Existe mercado cuando prevalecen las reglas de conducta y el respeto por los iguales derechos de los demás. Si el Gobierno falla en resguardar los iguales derechos de todos, no existe el mercado y no es lógico culpar entonces al mercado por los fallos del Gobierno. Es obvio que la alternativa al mercado es que sean otros quienes disfruten de lo que nos despojan. Y a eso se le llama servidumbre o esclavitud.

El mercado no es perfecto ni imperfecto. Siempre existe porque funciona dentro de la imperfecta realidad del mundo, aunque a menudo afectado por la destrucción de los derechos de las personas, realizada en búsqueda de utopías.

A menudo, quienes no lo entienden hablan del caos del mercado. Olvidan que el libre actuar en un mercado depende de la prevalencia de normas de conducta que resguardan los iguales derechos de todos y que sin ese régimen de derecho, simplemente ya no es mercado. Como mencioné antes, mercado es el conjunto de transacciones libres y dejan de ser libres cuando no son voluntarias y pacíficas, dentro de las limitaciones impuestas por el respeto al derecho ajeno. Cuando los actos son dirigidos coercitivamente por terceros, particulares o funcionarios gubernamentales, desaparece el mercado.

La alternativa al mercado es la coerción, la economía manejada por quienes la dirigen con reglamentos por ellos establecidos para lograr los objetivos que ellos buscan. Se suele pasar por alto sin mencionarlo que la gente queda subyugada a sus designios y privada de libertad. Pero la realidad no es optativa y no se puede soslayar el hecho de que las únicas dos alternativas son que cada quien dirige sus propios actos según sus prioridades o lo hace algún ente, como el funcionario del Gobierno que dirige los actos de las personas. No hay otra alternativa.

Se argumenta que al mercado lo controlan grupos de interés, pero si alguien intenta controlar y privar de su libertad a otros, mediante la coerción y prácticas fraudulentas, se violan los derechos y eso obviamente no es un fallo del mercado sino del Gobierno.

La única manera de hacer fortuna en el mercado es satisfaciendo deseos ajenos de acuerdo a gustos ajenos, prioridades ajenas y poder de compra ajeno y no propio. Como todos intentan acrecentar su propio patrimonio a través del intercambio, la competencia nos beneficia porque todos se esmeran en satisfacer a los demás. Por supuesto que el proceso es lícito y se basa en la persuasión, no en la coerción. ¿Acaso hay una mejor forma de encausar los esfuerzos, la inventiva y la iniciativa de todos hacia el bienestar ajeno? ¿Es tan difícil entenderlo?

En Libre Mercado

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