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Marcel Gascón Barberá

Fernando, Lorent y la siniestra naturaleza del chavismo

Ahora solo falta que alguien esté dispuesto a hacer algo para liberar a los venezolanos de la banda de matones que los tiene maniatados.

Ahora solo falta que alguien esté dispuesto a hacer algo para liberar a los venezolanos de la banda de matones que los tiene maniatados.
Féretro de Fernando Albán | EFE

Fernando Albán y Lorent Saleh son dos de las innumerables víctimas directas del chavismo, cuyos damnificados suman millones si se cuenta a todos los que sufren por sus desastrosas políticas. Ambos han sido noticia en los últimos días por razones opuestas que, sin embargo, dicen mucho de la naturaleza criminal del régimen implantado por Hugo Chávez en Venezuela.

Fernando Albán era hasta su muerte concejal del desaparecido ayuntamiento metropolitano de Caracas (la revolución bolivariana anula las instituciones que no controla). Fue detenido a principios de este mes en el aeropuerto de Maiquetía al regresar de un viaje a Estados Unidos para denunciar a la dictadura. Días después, el fiscal general chavista informó de su fallecimiento. Según Tarek William Saab, Albán se había suicidado lanzándose del décimo piso de una de las sedes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) en Caracas.

La muerte bajo custodia de la policía política del concejal opositor dio lugar a todo tipo de interpretaciones. Muchos tenían claro que Albán había sido asesinado por sus captores. Probablemente le estaban torturando y se les fue la mano. Para salvar la cara lanzaron después el cuerpo por una ventana. Aunque parece difícil que un detenido de la dictadura tuviera la libertad de correr hasta una ventana y lanzarse al vacío sin que nadie se lo impidiera, algunos se creen la versión del suicidio.

Según una de las versiones, el supuesto asesinato de Albán es consecuencia de la guerra de poder entre clanes dentro del chavismo. Si tienen razón quienes creen esto, el Sebin –controlado por apparatchiki leales a Diosdado Cabello– mató a Albán para perjudicar a Maduro.

Lo único indudable, en cualquier caso, es que Albán murió aterrorizado por el trato del mismo servicio secreto chavista, que lo había secuestrado al volver a Caracas.

La reacción del régimen a la muerte de Albán siguió un patrón típico de las dictaduras comunistas, en el que el castrismo –que según muchas informaciones dirige las labores represivas de Caracas– se ha especializado desde que tomara el poder, hace casi 60 años. A través del propio fiscal Saab y de medios comprados, el régimen bolivariano divulgó la información de que Albán tenía vídeos de contenido pornográfico y pedófilo en su teléfono móvil. De esta manera, quería decir el chavismo, el concejal no se había suicidado por los malos tratos, sino por el miedo a que su reputación quedara destrozada al conocerse tan oscuro secreto. No se conformaron con matarle, había también que arruinar su buen nombre.

Hablemos ahora de Lorent Saleh. Este venezolano de Carabobo de origen árabe fue desde 2011 y hasta su detención en 2014 uno de los estudiantes más activos en las protestas contra el régimen comunista. Saleh había viajado a Colombia para lograr apoyos en sus actividades contra el chavismo y fue entregado a Maduro ese año por el Gobierno colombiano de Juan Manuel Santos. Bajo custodia del Sebin, el joven activista pasó cerca de 800 días aislado en una celda de 2x3 en los sótanos del mismo edificio del que se habría arrojado Albán. De allí pasó a El Helicoide, la gran cárcel del Sebin en Caracas. Saleh estuvo detenido sin juicio más de 4 años, en los que se le negó asistencia médica e intentó suicidarse varias veces. Este fin de semana, el régimen lo excarceló ante el riesgo para su propia vida que suponían sus conductas "violentas, destructivas y suicidas", según un comunicado del parlamento paralelo que usurpa las funciones de la cámara legítima, de mayoría opositora.

Como ocurre siempre que el régimen tiene gestos de buena voluntad, la libertad de Saleh no es total. Se le impuso como condición la salida inmediata del país con destino España, donde ya cumple un destierro prohibido explícitamente por la misma Constitución que aprobó Chávez.

Algunos han visto en el destierro de Saleh una medida para apagar los fuegos de la muerte de Albán. Quizá sea así. De lo que no hay duda es de que el chavismo utiliza a sus presos como peones y fichas de intercambio ante la opinión pública que aún le da algún crédito y entre los propios grupos de poder dentro de la estructura delictiva que es el propio régimen venezolano.

Afortunadamente, ya nadie nadie –salvo Zapatero y sus amigos autoritarios en el mundo– cree que este tipo de liberaciones periódicas, a las que suelen seguir más detenciones, supongan una mejora de la situación en Venezuela. Se ha tardado mucho, pero ya todo el mundo libre sabe con quién se juega los cuartos en Venezuela. Solo los tarifados y algún excéntrico borracho de ideología niega a estas alturas la realidad en Caracas, donde una mafia implacable tutelada por La Habana ha secuestrado el Estado y hace la guerra contra su pueblo con políticas culturales y económicas de corte comunista. Ahora solo falta que alguien esté dispuesto a hacer algo para liberar a los venezolanos de la banda de matones que los tiene maniatados.

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